Una ofensiva de las fuerzas opositoras al régimen dictatorial sirio, iniciada el pasado 27 de noviembre, ha culminado con la toma de Damasco y la huida del presidente del gobierno Basher al-Asad con su familia hacia Moscú donde ha llegado y recibido por Putin. La mudanza de gobierno sirio ha dado pie a una nueva fuerza gubernativa; pero, eso sí, fragmentada en distintas facciones políticas e ideológicas que incluyen a kurdos y grupos apoyados por Turquía, entre otros, augurando un difícil e incierto futuro de entendimiento entre los mismos.
Tras trece años de crisis que han dado lugar a dramáticos acontecimientos, más de once millones de sirios han abandonado sus hogares refugiándose en países como Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto. Ahora, con el derrocamiento del gobierno y tras la dramática situación en Líbano, bombardeado indiscriminadamente por Israel, miles de ellos ha vuelto espontáneamente a su país.
A mi juicio, este ir y venir de sirios asemeja, ‘mutatis mutandis’, lo acontecido en Polonia a comienzos de la II Guerra Mundial, reflejado en la película ‘Katyn’, de 2007, dirigida por Andrzej Wajda y nominada al Oscar como mejor película no inglesa. En las primeras imágenes del film se ve a miles de polacos que huyen de los nazis hacia el norte con lo más elemental de sus bienes; en tanto otros miles de compatriotas se cruzan con ellos en un puente yendo hacia el sur, al tener a los soviéticos a sus espaldas pisándoles los talones. Todo ello lo padeció Polonia mientras duró la connivencia entre Hitler y Stalin. Si millones de sirios huyeron entonces de sus hogares, parte de ellos regresan ahora ilusionados a casa dando por terminado su destierro.
La situación actual de Siria, a pesar de esta victoria sobre el régimen tiránico de Basher al-Asad –con la gente bailando eufórica de alegría por calles y plazas– no borra del todo el miedo a la disensión y el horror sembrado por la tiranía. Puede que muchos retornados sirios aún no se hayan curado de la fatalidad del éxodo, por la simple razón de poder volverlo a sufrir si se dan las mismas o parecidas circunstancias internas y presiones externas que lo acarrearon.
Debido a tanto tiempo de lucha y de penuria, el pueblo sirio sufre actualmente una descomunal crisis humanitaria. El hambre, la insalubridad y los desplazamientos forzados se ciernen sobre sus gentes. Hay hoy trece millones de sirios que no tiene apenas que llevarse a la boca y siete millones malviven en campamentos o asentamientos ilegales. Pueden verse muchos hospitales reducidos a escombros, mientras grupos de rescatistas siguen descubriendo horrores en zonas antes inaccesibles. Sobrepasados, pues, por la magnitud del sufrimiento, muchas familias imploran comida, atención médica y un lugar para librarse del frío invernal, mientras equipos de emergencia trabajan a toda prisa para despejar el terreno de minas y restos de munición sin explotar.
Por décadas, Siria ha estado subyugada por el éxodo, el terror y la destrucción. El régimen de Basher al-Asad y guerra con Israel han dejado sin vida medio millón de personas, miles de opositores encarcelados en condiciones infrahumanas y millones obligados a huir del país. Resulta incierto y complicado que la paz, la justicia y el orden se impongan de inmediato con el cambio de gobierno. Ello es debido a que las necesidades humanitarias han llegado a niveles tan extremos nunca anteriormente vistos que son muy difícil de solventar. ¡Ojalá! me equivoque.