Ladran, luego cabalgamos’, frase erróneamente adjudicada a El Quijote me viene como anillo al dedo para salir del pilón del heraldo público al que me ha lanzado una de las mentes más privilegiadas de León. Sin ‘ezcuezcor’ posible, con máximo respeto y sin acritud, este humilde junta letras, que ni siquiera escribidor, implora perdón por haber acuñado la expresión socialeonesismo.
Es un honor que tan distinguido columnista –sin columna– ocupe su valioso tiempo con este sencillo periodista. No es la primera vez que desde otro medio de comunicación se me instruye y encauza por el buen camino, espero que no sea por resultar molesto y sí para enderezar mi atrevida ignorancia. Jamás fue mi intención distorsionar la realidad del socialismo ni del leonesismo. Dios me guarde del pensamiento único.
Mentar al mismísimo Baldomero Lozano como alma vintage del socialismo leonesista, casi 46 años después de su partida de este mundanal destino, me reconforta. Por fin, he visto la luz. Lo he entendido todo, mi nula experiencia, mis juicios erróneos y hasta mi sombrero han desaparecido de repente. El milagro sólo podía ser obra de un aspirante a nacionalista, un divino comercial al que son ajenas las modas. Mi apesadumbrada opinión muere ante un ser que se siente como un ‘probable bonito cadáver’, al que visita una musa literaria nocturna y le convierte en la más estrellada pluma del lugar.
Y me inclino, casi con devoción, ante quien puede hablar con garantías plenas en nombre de ‘las leonesas y los leoneses’. Qué privilegio recibir tal clase magistral, sin haberme apuntado. Agradecido me muestro por vuestra maestría ideológica, pese a que, ¡ay de mí!, tantas décadas después no haya socialeonesismo mayoritario.
Ferrero, Jesús, la próxima vez que me cite no use usted el careto de seminarista cabreado y evite extensas homilías.
Sonría, por favor.