Viernes. Bajo estos cielo, luz y sol leoneses que, entre otras cosas, aquí me amarran o, mejor, con los que gustosamente me ligo a este León desde 1980, tiempos de laboreo profesional y de jubiloso retiro, emprendemos viaje hacia Asturias, hacia Bocamar, lugar por donde pasa un río. El mismo río del que el maestro Ángel González dice que si tu amor va de prisa «el río se apresura» y si va despacio «el agua se remansa».
Como sin querer, al descender el Pajares, se enciende la memoria y me lleva a los últimos años de «el comandantín» –como se le conocía en el Oviedo de su casamiento– llegado a superlativo general y dictador y a los no tan fáciles años de transición hasta llegar la Constitución que aún celebro y defiendo –en especial de quienes pronuncian su nombre en vano, sin más interés que apropiársela y anularla aun sólo sea a base de seductores eufemismos– por más que mejoras precise, que las precisa. Ni ella ni nada cayó del cielo. Todo fue conquista mediante el consenso y, cómo no, el disenso. Ay el derecho a disentir cuánta cárcel, tortura y sangre costó para que ahora haya quien quiera volver las tornas.
Sábado. Todo, salvo algún claro remanso, es desapacible viento y lluvia. El río, aun a marea baja, olea hacia el interior. El murmullo de los eucaliptos compite con el rumor de la cercana mar y con el zumbar del viento. Todo aconseja una tarde casera, musicada y leída. Sí, casi que agradezco el temporal. Así, acabaré la lectura de ‘Vivir en los cafés’, de Ovidio Parades, detenida al llegar a ‘Marian’, título que me llevó a la compañera telefonista de los primeros años de la ULe a la que llamábamos «La Voz» por la sensualidad de la suya y a la que tan pronto e injustamente se le fue la vida. Y sí, lo acabo y con él sobre mi regazo agradezco la suerte del, aun tardío, descubrimiento de Parades. Porque es este libro uno de esos en los que te encuentras en muchos de sus pasajes y te viene a decir que no andas tan perdido como a veces crees, que sí merece la pena sentir y pensar por más que a veces duela y que sí, que es un placer leer a otros que siempre te enriquecen y que también lo es el escribir aun, como decía Simone de Beauvoir, «escribir es develar», develarse.
Domingo. Arrecia el temporal. Abruma la previsión del de nieve para el regreso. Me defiendo con ‘Cecilia’ de Antonio Gamoneda –¡Ay mi historia con su obra!, algún día les contaré–. Mas ahora, martes en que escribo, agobio y temporales atrás, me plazco en lo leído, sentido y vivido. ¡La vida!
¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.