La pasada semana España se vestía de rojo-alegría gracias a la victoria de su selección de fútbol femenina. Pareciera que, de pronto, el mundo entero se diese cuenta de que el deporte rey también es asunto de mujeres. Y es que, quizás por lo inesperado de la noticia, quizás por la novedad de que fuesen ellas las protagonistas, incluso quiénes no somos muy fans del balón lo celebramos como nunca.
En mi caso descubrí la victoria en Instagram y en directo, viendo un vídeo de la ya viral imagen del beso no consentido de Rubiales a Jenni Hermoso. Recuerdo que, en ese primer momento, la reacción de este señor, porque a caballero no llega ni de lejos, me pareció desproporcionada, vergonzosa, de muy mal gusto y totalmente fuera de lugar. No podemos aceptar una vez más «pulpo» como animal de compañía. No es de recibo, por muy festivo que estuviera el ambiente, que besara en la boca a la futbolista sin consentimiento ni intención por la otra parte. Aunque parezca una obviedad, hay que aclarar este punto, porque este hombre, en unas declaraciones posteriores, da a entender que ella también tomó la iniciativa y en las imágenes se ve con claridad cómo él agarra su cara y le planta los labios en la boca pillándola por sorpresa.
No fue el único gesto inapropiado durante la final de Sidney. Cuando marcaron gol, en las gradas Rubiales se tocó los genitales. Alguien tendría que decirle a este hombre que este tipo de actitudes tan de macho cabrío ya están muy pasadas de moda. ¿De dónde ha salido este elemento? ¿De la jungla? Porque ya nadie celebra así ningún tipo de hito. Y para más inri también hemos podido observar cómo pasea a otra de las jugadoras sobre sus hombros como si fuera un saco de patatas. O sea, que se cree el macho alfa de las campeonas. Pues sepa usted, que ellas han ganado por derecho propio. Y dimita ya, no se ponga «coplas», no se aferre. Mejor cómprese un bosque y piérdase en él.