04/02/2015
 Actualizado a 12/09/2019
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Andarraso. Hace 80 décadas. Un padre y sus dos hijos soñaban con una gallina ponedora y, sobre la mesa vacía, un pedazo de pan y un mísero huevo frito.
Desde siempre el hambre ha sido una maldición bíblica que compaña a la Humanidad. La dureza del suelo, las inclemencias del tiempo y los rudimentarios aperos hacían dificil arrancar el fruto de la tierra.

Hoy en día, las cosas han cambiado, pero los agricultores –por las excelntes cosechas– maldicen el escaso precio que perciben por la patata y los ganaderos por la leche, que a penas les llega para alimentar al ganado. Lo inadmisible es que hoy día, con esta sobreabundancia de la sociedad de consumo, suframos el mismo azote en medio mundo y en una España arrastrasda a la miseria por unos políticos sin escrúpulos.

Quizá por aquello de que “quien tiene hambre con pan sueña” proliferan, como nunca, frívolas sesisones de cocina. El efecto Ferrán Adrià, convertido en apóstol y gurú con sus abracadabrantes guisos aderezados con un poco de filosofía barata y autocomplacencia, ha arrastrado a la depauperada clase media hacia las nobles artes culinarias.
A buen seguro que si los gusanos que comieron los escolares los hubiera servido Adrià, en vez de Serunión, ya serían una especialidad y todos los snobs degustarían morucas, cual sapos.

Como los hongos en primavera los cocinillas se han apoderado de los medios, sin excepción y sus programas proliferan por doquier. Incluso en esta ciudad, a cada esquina se ven carteles anunciando cursos de cocina para niños, para adultos, de “autor” –cuando, hasta para abrir una lata de escabeche, hace falta un autor–.

Este despliegue estaría bien si la despensa estuviera llena pero, viendo a tanta gente rebuscando en la basura para llevarse algo a la boca o niños cuya única comida es la que les dan en la escuela, me parece un escándalo.

Volviendo a Andarraso, los chicos empezaron a discutir y el padre, intentando poner paz, dijo: Roque... deja mojar a Antonín.
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