06/02/2021
 Actualizado a 06/02/2021
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Hace un par de meses en todos los corrillos estaba presente el debate, de si vacunarse o no frente al Covid.

Opiniones de todos los tipos, algunas para imprimirlas y guardarlas por absurdas, otras tantas razonables y con buen criterio. Desde un: «me la pongo fijo y si hace falta me ofrezco voluntario», a un «pagaría lo que fuera al médico de turno para que me salten la vez».

Cualquier asesor o politólogo, por pocas luces que tuviera, sabía que para concienciar a la población de que había que vacunarse, era necesario hacer pedagogía, y sobre todo dar ejemplo. Es decir, es de manual que para convencer a la población la imagen no podía ser otra que nuestros políticos, futbolistas o cantantes aparecieran ante las cámaras con la camisa remangada como Tony Leblanc y Ozores en ‘Tres de la Cruz Roja’. El éxito de la campaña seguramente pasaría porque cuantos más famosos saliesen aguantando como titanes el pinchazo, mejor recepción tendría el mensaje, llegando así a todas las casas. Ahora, dos meses después de aquellas intensas tertulias, nos vemos inmersos en una campaña de vacunación bien distinta. Primero porque han aparecido ciertos caraduras que han aprovechado su posición para vacunarse. Y segundo, porque un asunto en el que todos estaríamos de acuerdo y nos parecería totalmente razonable, que seria el vacunar a todo un gobierno, un jefe de estado o incluso a los dirigentes autonómicos, se pone en duda.

Cuando queremos nos fijamos en otros países buscando el ejemplo y cuando aquello no nos gusta lo obviamos.

Hemos pasado de querer vacunar a todo el mundo, de intentar vencer a los negacionistas y antivacunas, a crear una caza de brujas en la que todo vale. Y digo que todo vale porque no es lo mismo el alcalde cabrón, el sindicalista liberado caronagorda, o el médico politólogo amigo de los focos que lleva sin recetar Clamoxyl una década, que supuestamente todo un consejo de ministros, que al fin y al cabo son los que mandan y los que nos dirigen.

Lo que a priori parecía una empresa de difícil ejecución ha resultado todo lo contrario. Ahora hay leches para vacunarse cuanto antes, dónde estarán los que no se la querían poner. De un tiempo para acá, todos somos unos eruditos contando las propiedades de las distintas vacunas y su formulación.

Yo hace tiempo que no me vacuno, la ultima, la del tétanos, por un pequeño incidente en una piscina que otro día les contaré, pero en estos últimos años he ido con el pequeño Dimas a ponernos unas cuantas, las de gratis y las pagadas a cojón. Fuimos, y salimos tan felices, sin saber si el Bexsero era ruso, americano o de Madagascar.
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