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Subir al cementerio

03/11/2024
 Actualizado a 03/11/2024
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Al contrario que tantas poblaciones con hermosos cementerios considerados monumentales (con mención especial, fuera de concurso, premio del jurado para el vertical de Montjuic en Barcelona ofreciendo sus terrazas al Mediterráneo) y por tanto visitables incluso con la sola intención de apreciar su factura estética, el cementerio que más he visitado yo, el vecinal de Trobajo del Camino no puede considerarse digno de la menor peregrinación si no reposa allí la memoria de algún ser querido. Porque no es nada bonito. No. 

Ese cementerio siempre ha dado la impresión de estar un poco destartalado, quizá por el difícil mantenimiento de nichos y tumbas por los particulares, dejando ver letras caídas, flores marchitas si no de plástico, malas hierbas y descontrolada heterogeneidad de estilos, tirando muy por lo bajo. Además se encuentra en medio de la nada, en un alto totalmente a la intemperie, rodeado de tierras, muchas de ellas antiguas viñas. Es corriente que llueva el Día de Todos los Santos y se formen barrizales a su alrededor surcados por las rodaduras de los coches que llegan, hasta arriba de niños aburridos, adolescentes sonrojados, jóvenes de trámite y adultos estresados que van a honrar a los suyos y marchan con las suelas de los zapatos emplastadas y las alfombrillas empantanadas. 

Pero no es el único en su especie. Por ubicación, por falta de recursos o por desentendimiento son muchos más los cementerios de España que carecen del mínimo esplendor que los que lucen bellos. Y a eso habría que darle una pensada, de lo nacional a lo municipal. Dignificar esos espacios los volvería más acogedores y eso lo agradece cualquiera que visite uno. La primera mi madre, pues siempre sube bien acompañada y portando un ramo que durmió la noche en la bañera para mantenerse fresco todos los primeros de noviembre, y también de vez en cuando a lo largo del año, porque lo cree necesario y no le gusta espantar del todo la pena por las ausencias y mucho menos la memoria de los ausentes. Lección moral grande, imprescindible para no perder humanidad el recuerdo de los muertos.

Descansen en paz los antiguos y los muy recientes.

 

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