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Sueño con montañas

24/01/2025
 Actualizado a 24/01/2025
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Últimamente sueño con montañas. Escribo sobre montañas. Veo montañas. Quizá porque la semana próxima se publica mi novela ‘Cordillera’ (AdN), titulada así en honor a la Cordillera Cantábrica, esos casi quinientos kilómetros de largo que se extienden de oeste a este en el norte de España y que nos tocan tan de cerca en León. En la literatura la Cordillera Cantábrica está muy poco tratada. He leído historias que giran en torno a los Pirineos, a los Alpes, a las Rocky Mountains de Montana, pero no a la Cordillera Cantábrica. Un espacio de una belleza y una riqueza abrumadoras. Vida salvaje junto a vida rural. Osus y lloubus junto a trashumancia. Bosques junto a brañas, cimas rocosas junto a aldeas. Un lugar donde convive una cultura ancestral con una vida silvestre única. Y, por supuesto, un lugar mítico, habitado por tribus astures, romanizado en parte, donde se han encontrado restos de pastoreo que datan de 6.000 años de antigüedad. 

Últimamente sueño con montañas. Y por razones de trabajo, no solo literarias, viajo a ellas. Acabo de volver de Andorra. He descubierto esa cara de los Pirineos. He descubierto esos valles de honduras y alturas vertiginosas. Valles que nacen con aires mediterráneos y se tornan alpinos, abruptos. En los que arriba reina la nieve. Y donde el 90 % de su superficie es salvaje, bosques, prados, lagos y cimas que alcanzan los 2.946 metros como Coma Pedrosa. Cuando estuve allí había nevado. No pude evitar la tentación de probar la experiencia del esquí y fuimos a la estación de Soldeu. Yo nunca había esquiado antes. No sé, no estaba en los genes de mi familia de páramo y de vegas. Pero ahora entiendo esa fascinación, deslizarse por una pendiente rodeada de pinos, con un horizonte de cielo brillante y el aire limpio contra las mejillas. Que no es que yo lo hiciera, eh, imaginaos el desastre de una primeriza, esquíes cruzados, caídas varias. Pero deslizarme, me deslicé, aunque fuera a trancas y barrancas. Y por la noche, durmiendo en una borda, una casita tradicional de piedra en medio de un pinar, sin apenas contaminación lumínica, ¡todas esas estrellas! Había luna llena. Caminamos sobre la nieve bajo ese resplandor alunado a más de 2.000 metros de altura. El frío intensísimo como un puñal de pureza. Una calma especial nos invadió. 

Últimamente sueño con montañas. Nuestra casina junto a la sierra del Aramo en Asturias. El canto del cárabo, las brumas al amanecer. Prender la chimenea por la mañana, abrir la puerta y que entre la niebla en la cocina.

Últimamente sueño con montañas. Pienso que la montaña expresa un ángulo de mi interior. Los Pirineos, la Cordillera Cantábrica. Es un paisaje, un escenario, que decanta la acción en mis novelas. Y quizá también en mi vida.

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