Es lo que tiene cumplir años...; un servidor conoció a lo largo de su vida a gente muy inteligente y también a mucho listillo. De los primeros, el que ocupa el lugar de honor en el pódium, es Carlos ‘Tareta kan’, alias Luis Carlos Viejo Villa, natural de Vegas del Condado y, como otros muchos de mi pueblo, muerto a destiempo y de mala manera. Ya os he hablado de él en alguna ocasión, pero en plan folclórico, y hoy me gustaría hacerlo en serio. Con dieciocho años había leído libros de un quintal y también de doscientos gramos, de los que llamábamos entonces «de bolsillo». Lo jodido del tema es que se los había aprendido y comprendido. Uno, seguramente y con el tiempo, también ha leído lo suyo, con el inconveniente de que sólo aprendió el diez por ciento de ellos... y entendió el cinco, y eso siendo optimista, muy optimista. Carlos te podía contar todo lo habido y por haber del Imperio bizantino, de la poesía social de mediados del siglo XX (recitándola de corrido), de la teoría de la relatividad, de los movimientos sociales en la Edad Media o de los pensamientos filosóficos de Immanuel Kant. Para todo lo demás, por desgracia, era un desastre con patas y así acabó el pobre como acabó. Pero «buena cepa nunca desmiente» y tiene un sobrino que, por lo visto y oído, es igual que él en lo de la listura, lo que es un alivio, porque necesitamos gente así en el mundo como el comer.
Luego están los listillos... Esos personajes abundan como las setas en un otoño espléndido como el actual. Gente de poca sesera, egoístas de manual, lameculos, ángulos obtusos en todos los órdenes de la vida..., menos en el de buscarse la vida. A ver, esto no es malo de suyo, sino llega a ser porque, al hacerlo, están dispuestos a joder a todos lo que ponga por delante. Guido Alfani, profesor de la Universidad de Milán, acaba de publicar un libro, ‘Como dioses entre hombres’, en el que analiza el comportamiento de los ricos de antaño, que les había, como los hay ogaño. Los Elon Musk de entonces cometían las mismas barrabasadas que el mentado, pero cuando veían aparecer a la parca en el horizonte, procuraban salvarse del fuego eterno haciendo todas las obras de caridad que fuesen menester: construcción de lazaretos, de asilos, de hospitales, incluso de colegios y universidades. Nada extraño en la historia, porque alguien tan cercano en el tiempo como Don Pablo, el de Vegaquemada, que se hizo multimillonario en México a cuenta de estropear el hígado de media humanidad, construyó una iglesia monumental en su pueblo y la basílica de la Virgen del Camino. La iglesia católica (también el Islam), «aconsejaba» a los pudientes que hiciesen obras de caridad para ayudar a los menesterosos. En aquella sociedad la riqueza incontrolada estaba mal vista... La cosa se torció cuando apareció la ‘Reforma’, que al final fue un movimiento político, no uno religioso. Lutero y Calvino veían con buenos ojos a los prestamistas, a los latifundistas, a los usureros, a, en fin, los capitalistas más rancios y carcas; justo lo que eran los príncipes que patrocinaban sus ideales. De aquellos polvos, nunca mejor dicho, estos lodos. Los ‘anglos’ (ingleses, australianos, canadienses, yanquis), son una lacra para la humanidad, porque son los supremacistas y racistas por antonomasia, incluso más que los alemanes, que manda cojones... Ellos, defensores de la pureza racial, jamás hicieron ayuntamiento con los nativos de los cientos de territorios que conquistaron, justo lo contrario de lo que hicimos los griegos, los romanos o los españoles, gente de poco caletre (en comparación), pero que tenían como máxima joder con todas las nativas que encontraban en los territorios por ellos conquistados. Quiero decir que los luteros, los Calvino, los reyes ingleses y alguno francés, fueron unos listillos que aprovecharon que el Pisuerga pasa por Valladolor para imponer en el mundo su santa voluntad. De todas las maneras, no hace falta ir tan lejos en la historia para ver a esos putos ladrones: en cualquier pueblo, en cualquier ciudad, en cualquier país, hoy suelen mandar los hijos putativos de aquellos sinvergüenzas, y, ¡claro!, así nos va. Incluso en la vida normal, en la tuya y en la mía, nos encontramos con esta fauna a cada paso que damos: gente que medra vendiendo humo, o mascarillas que no sirvieron para protegernos del Covid, o regalan promesas que saben que son incapaces de cumplir. Y, encima, son gentuza que tiene envidia de la mala a gente que ha triunfado en la vida merced a su esfuerzo, como Rafa Nadal, que, a última hora que ha convertido en el muñeco de feria al que todos quieren derribar a bolazos. Es un ejemplo, por supuesto, pero a poco que arañéis, encontrareis mil más.
Carlos ‘Tareta kan’ era tan inteligente que nunca jamás habló mal de nadie; bueno, miento un poco: ponía pingando a los cortos, a los ambiciosos, a los depredadores de la vida...; y en Vegas los había, como en casi todos los lugares. Lo bueno del tema es que ninguno, nunca, fue capaz de rebatirlo. Salud y anarquía.