Conocí a Paco Ferreras en mis años mozos (él era algo bastante más mozo que yo), en un campeonato Interclubs de tenis. No recuerdo quién ganó. Por edad debía de ser yo, pero por juego propio, aunque era bastante bueno técnicamente, lo de competir se me daba bastante mal, así que perfectamente me pudo ganar él. Pero no importa, porque el resultado fue una invitación a jugar a la pista que tenía en su casa de Trobajo del Camino, ¡que era de tierra batida!, como Roland Garros, un lujo.
Así que allí me presenté un día, regamos la pista, jugamos un rato y luego, mientras recuperábamos fuerzas con una estupenda cerveza fría, me contó su vida. Es una forma de hablar.
Y es que, desde siempre había sido carpintero, más bien ebanista, y lo que le molaba ‘cantidubi’ era reproducir monumentos a escala y en madera. Así que, me llevó a su taller. Ni me imaginaba lo que allí había. Y la normalidad con que hablaba de ello, como si no tuviera importancia.
Cuando yo estaba en la Escuela de Arquitectura teníamos que hacer maquetas de los proyectos del curso, así que sobre maquetería algo de conocimientos tenía, pero, claro, lo que allí hacíamos era de párvulos, comparado con lo que hacía Paco.
Resultado: una tarde completa dando vueltas por lo que tenía por allí, que, según me dijo era una parte más bien pequeña. Y, por lo que me contaba, así era.
Después, con el tiempo, seguimos viéndonos, en la pista de juego y en su taller. Recuerdo una de las veces que me llamó pues estaba haciendo la fachada principal de la Catedral de Santiago de Compostela, para preguntarme si tenía alguna información, porque él, aunque normalmente iba y medía en los propios edificios, el edificio de Santiago era complicado. Y, mira por donde, hacía unos meses que había ido allí por algo de las reuniones de los Colegios de Arquitectos del Noroeste (que anteriormente habíamos sido un único Colegio Profesional) y nos habían dado un plano de gran tamaño con el levantamiento fotogramétrico de la fachada, justo lo que él necesitaba. Y me alegro de haber colaborado, aunque sólo haya sido un poco
Y es que no era un maquetista ‘de oídas’, sino que llevaba la reproducción hasta el más mínimo detalle.
Recuerdo que una de las veces comentando no sé qué peculiaridad de qué maqueta, salió a colación la que había hecho de Santa María del Naranco, una pequeña pero preciosa iglesia románica, y que tenía en aquel momento en el taller. Mientras la miraba le dije «esa pilastra de la esquina no está vertical, tiene caída hacia adentro», «sí, me contestó, pero está así en la realidad, yo estuve allí midiendo, pero eso no es casual, esa inclinación hace que el edificio parezca más alto, de más sensación de subir hacia el cielo, que realmente de lo que trataban los constructores». Y era verdad. Hasta ahí llegaba su percepción de los edificios que maquetaba. Era capaz de viajar a donde fuera y camelarse a quien se pusiese por delante para poder detallar su trabajo, y no eran solamente piezas del Camino de Santiago, sino por cualquier lugar. Es más, según me comentó alguna vez, le llamaban para que hiciera esto u otro edificio, cosa que difícilmente atendía, aunque le pagaran, pues no se trataba de dinero, sino de su propio gusto.
Expuso una parte en la Casa de Botines, un entorno muy adecuado, pero, como siempre, solamente una parte de su trabajo.
Cundo falleció, supuse, tonto de mí, que tendría un reconocimiento a nivel de su calidad, que toda su obra iba a ser rescatada y expuesto en conjunto y que Diputación, Junta, Obispado o cualquiera de los organismo que disponen de espacios y, sobre todo de fondos para estas cosas, se plantearían hacerlo.
Pero no fue así, raramente lo es. Quiero suponer que algún contacto habría. No lo sé, aunque ahora, por lo que he leído que, muy oportunamente por su propia situación en pleno Camino de Santiago, el Ayuntamiento de Villadangos va a exponer de forma permanente todas las maquetas que Paco hizo de ese Camino que fue crucial en la Edad Media y que hoy ha revivido (tanto, que lleva pinta de terminar estropeándose). Allí estarán entre otras, ‘sus’ catedrales de León Y Santiago «por dentro y por fuera», con todo el detalle y exactitud con la que Paco trabajaba.
No puedo por menos que decir que se lo merece y aplaudir al Ayuntamiento, pero, también, no puedo por menos que quejarme de que no se haya hecho de otra manera, más global, en exposición permanente de la arquitectura no solo del Camino, sino de todo el conjunto de edificios.
Una estupenda ocasión perdida.