12/10/2019
 Actualizado a 12/10/2019
Guardar
Hace ya unos cuantos años, cuando cogí la mochila y me marché a más de 800 km, el genial Manolo, mi director, me espetó en una de nuestras primeras conversaciones: Acuérdate siempre que lo fundamental e importante es conocer al director del Hospital y el director de la Prisión, el alcaide. «Ya sabes Luis, por si entramos malos o por si nos meten por ser malos». Me explicaba lo fundamental de conocer a los dos e incluso la posibilidad de tener una relación fluida con ambos, porque claro, no es lo mismo entrar en un modulo de respeto, de esos que sólo están reservados para los más grandes, que aparecer allí sin pena ni gloria, cerca de Buba, como aquel político encerrado por la ‘Púnica’, en la que se comentaba que el abogado, ante tal impotencia, sólo pudo darle un pañuelo para que llorase ante la que se le venía encima.

Y por otro lado están los médicos, porque seamos sinceros, y no nos engañemos, aún en este país, los médicos son los médicos. De ahí que al doctor haya que ir a verle vestido con decoro, y en Navidad siempre con detalle. Porque al médico hay que visitarlo y cuidarlo, y ya no les digo nada si eres de un pueblo de 50 habitantes, donde el paracaidista Igea los quiere agrupar, ahí entonces hay que echar el resto para que se sienta feliz.

La próxima semana nombrarán al nuevo director del Hospital, Alfonso Suárez. Una gran tarea, más propia de un alcalde que de un médico, ya que nuestro Hospital es una pequeña ciudad dentro de la gran urbe. Urgencias, saturación de camas, sindicatos médicos, quejas… un sinfín de circunstancias que sin duda lidiará con muy buena mano, ya que preparación, experiencia y valía, hay de sobra.

Alfonso es de Bilbao, donde estudió medicina, así que aléjense los eleteuve, y al igual que el alcalde José Antonio también es aficionado al frontón. Yo le conozco de los tiempos de José María y el Cantábrico, y me alegro mucho por él, porque la tarea será complicada para una persona que no tiene perfil político pero que es un grandísimo técnico y encima viajado.

Así que yo por mi parte ya estoy feliz, ya que he cumplido la máxima que mi director Manolo me enseñó. El nuevo director es un buen amigo, y no tengo la menor duda de que si tenemos que entrar, nos pondrá en ese ala de habitaciones secretas premium, con wifi y desayuno hasta las once. Pero como no todo en la vida pueden ser flores, y algún ‘pero’ hay que poner para que esta columna no sea tan redonda, les diré que me gustaría que fuera más solidario con los hombres del ‘aero’, que acompañamos a las señoras y a los hijos sin querer, porque no nos gustan las piscinas. ¡Enhorabuena!
Lo más leído