La llegada del otoño marca siempre el inicio de la desolación en muchos de los pueblos de nuestra provincia. Supone decir adiós al calor del verano, así como despedirse de las cientos y cientos de personas que los llenan durante el periodo estival. Lo que hasta hace poco más de dos semanas eran plazas y mesas de bares abarrotadas de gente ahora es resignación entre los pocos que quedamos al ver revolotear las primera hojas caídas de los árboles. Y es que eso es lo que no le cuentan a la gente de vivir en un pueblo. En mi caso, es frecuente salir en esta época a la calle a las ocho de la tarde a dar un paseo y no encontrarme con nadie en un municipio en el que residen 3.000 personas. Una situación en la que quizá muchos vean desolación, pero yo en realidad la veo como un tiempo de evasión. Y además no lo cambiaría por nada.
Supongo que es la ventaja de haber estado desde mi infancia en un pueblo y haber aprendido a disfrutar de las diferentes formas de vida que hay en los 365 días del año. Claro que a todos nos gusta ver nuestros pueblos llenos de vitalidad, pero cada año son más las trapas cerradas y las persianas bajadas por mucho que la pandemia animara a muchos a regresar a vivir al medio rural... Porque no debemos olvidar que, una vez que todo se normalizó y a pesar de que todo el mundo seguía teniendo el teletrabajo en la boca, fueron muchos los que volvieron corriendo a habitar las ciudades. Esas grandes ciudades de las que luego son los primeros en quejarse porque pagan una barbaridad por el alquiler o comparten incluso un cuchitril de tres al cuarto mientras algún día que otro teletrabajan desde su pequeña habitación.
Saber vivir en un pueblo no es fácil, conozco a muchísimas personas que no han sabido adaptarse a los periodos otoñales e invernales, en los que son pocos los que salen a la calle y muchos los que se quedan en sus casas calentando los pies en el brasero (aún quedan más de uno y más de dos). En todo caso, también hay que reconocer a quienes año tras año siguen al pie del cañón residiendo en el medio rural y, sobre todo, dándole vida.
Son muchas las personas que probablemente se puedan poner de ejemplo, pero hay figuras que sobresalen por encima de otras. Una de los que conozco desde hace poco tiempo y cada día me deja más abrumado es el alcalde de Villabraz, Ricardo Pellitero, ‘Pelli’. En dos años que llevo cubriendo informativamente el sur de León, me ha demostrado que sigue fiel a su reivindicación de la ‘España Vacilada’, que no vaciada, y le pone ilusión a cada proyecto que emprende. Sin ir más lejos, este sábado, 12 de octubre, organiza por primera vez el ‘Festival de octubre’ que se celebra Fáfilas, donde residen 20 personas, y que contará con la presencia del grupo Top Líder. El ejemplo claro de que, si se quiere, se puede vivir y disfrutar de la vida en el medio rural.