Con el transcurrir del tiempo mucho enseña la vida. Entre otras de las muchas cosas que del vivir se aprende, es que, salvo honrosa, por no decir santa excepción, tarde o temprano, con voluntad propia o sin ella, con conocimiento o no de ello, siempre resulta que uno le ha salido rana, que ha defraudado, a alguna de sus relaciones, sean estas familiares, amistosas, amorosas o profesionales. De igual manera, esta sensación también le invade a uno de vez en cuando con personas, situaciones y cosas del convivir e incluso de la mera existencia.
Y así, aun cuando uno escribe el presente texto para un diario y, por ello, no es cuestión de transcribir a él páginas del propio e íntimo diario –amén de que ha sido actividad que recientemente he abandonado, llegando incluso a destruir los cuadernos existentes–, sino para comentar cómo, a través de la lectura de libros sobre la historia contemporánea de este país y el visionado de documentales, principalmente desde y sobre los estertores del franquismo y la transición a la democracia, se produce un encendido de la memoria personal, común en tanto con muchos, pero también intransferible a muchos por tanto que, desde aquellos tiempos –mis principios laborales y mis inicios en la militancia política– hasta hoy muchas han sido las cosas –instituciones públicas y otras organizaciones públicas y privadas– que contra todo pronóstico evolutivo me han acabado por salir ranas, así como también algunas personas. Si bien, y a decir verdad, siempre del ámbito público o, al menos, externas al, digamos, personal o íntimo. Por otra parte, si alguien considera que le salí rana, sin duda tendrá sus motivos, aun cuando, como ya dije, no contasen los mismos con mi voluntad ni con mi conocimiento de tal consecuencia. Cómo no los va a tener ese alguien, si hasta yo mismo los tengo a veces para considerarme, por mis yerros, rana para mí mismo.
Claro, esta rememoración crítica conduce a uno inexorablemente a la autocrítica de su excesiva fe en teorías varias y la carencia o moderación de la propia crítica (callada complicidad) del alejamiento de estas a sus prácticas (cualquiera escribe praxis en estos tiempos de turisteo de masas y holganza playera o piscinera).
Así, y por ello agnóstico uno hasta de sí mismo, quién no tiene en su memoria alguna rana real de-mérito, algún político de esperanzador discurso y abundante y posterior «dije Diego» y demasiados honorables delincuentes. Siempre lo digo: viviendo y aprendiendo. ¡Y sapos deglutiendo!
¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.