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La tiene pequeña

31/10/2024
 Actualizado a 31/10/2024
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Según me enteré de la movida de Errejón, no pude por menos de acordarme del artículo de Fulgencio de dos o tres domingos atrás; el que hablaba de un tipo de su tierra, los Argüellos, que criaba burros y a todos los ponía el mismo nombre, con lo que era esencial añadirles un adjetivo calificativo para diferenciarlos: a uno de ellos le puso, por mal nombre, «el caliente», con lo que está todo explicado. También recordé a uno de los últimos sementales de Trianlo el de mi pueblo, del que os conté sus cuitas el jueves pasado. Lo bautizó como «Adolfo»; y sí: también merecía el calificativo que pusieron al burro del Torío, mayormente porque estaba todo el santo día empalmado. Lo mismo que les pasa a los animales, les sucede a muchos hombres: piensan con la pilila y todo su afán es tenerla satisfecha. Digo que piensan con la picha porque la única neurona que les queda en el cerebro va a su puta bola, encontrándose sola, abandonada y escuchando su voz gracias al eco que retumba en el tercio superior de su cuerpo. Un sin vivir, se mire como se mire. De lo escrito hasta el momento, el mejor ejemplo no es Errejón, aunque también, sino el Rey que nos gobernó, como el General, cuarenta años y un día. El «campechano» no dejó (o por lo menos lo intentó), títere con cabeza, calzándose a toda hembra de buen ver y mejor estar que pululase por la Villa y Corte. La única diferencia entre el político y el Emérito es que éste no daba la turra, no nos sermoneaba con cosas como «solo sí es si». Qué un rogelio que quería conquistar el cielo se comporte como un gañán es sólo comparable con aquellos curas de pueblo, muy abundantes en nuestra literatura, que, respecto a la castidad, predicaban una cosa y hacían la contraria..., y, como todos los de esta ralea, eran muy celosos de su intimidad, escondiendo a su grey esos pecadillos. Al final, por supuesto, no servía para nada, porque todo el mundo en el pueblo sabía de sus desmanes, aunque sólo lo hablaban en la intimidad de su cocina. La ingle, como decía el «Faraón» de las novelas de Francisco García Pavón, tira mucho, no hay vuelta de hoja; uno, que anda jubilado de este asunto desde hace un tiempo, no comprende como se puede perder el norte, el sur, el este y el oeste por este asunto. Plagiando al Eclesiastes, cree que hay un tiempo para casa cosa en la vida. Y lo de la fornicativa es menester de los jóvenes; a partir de cierta edad (no quiero acotarla porque es muy complicado poner límites a semejantes hazañas), lo mejor que se puede hacer es funcionar como un abuelo cebolleta cualquiera y rememorar, con cariño y cierta indulgencia, aquellos envites. Porque, seamos serios, intentar repetirlos, es una quimera, en el mejor de los casos. ¡Ojalá fuese uno un Hércules para poder hacerlo! De todas las maneras, uno que es más inocente que la gaseosa, se pregunta porqué siempre pillan en estas historias a gente que toca el poder o es rica de suyo. ¿Será porque las doñas, sobre todo las que estás como un queso, se prenden del oropel del personaje olvidando todo lo demás? ¿Será porque ellas buscan, en el fondo de su corazón, una jubilación anticipada, un colchón de confort que les solucione el futuro? Si así lo hacen, es que son tontas o las falta un verano. Una moza espléndida, de tobillo fino y cara agraciada tiene todas las papeletas para triunfar en la vida y no las hace falta hacer experimentos para conseguirlo: lo tienen ganado de mano... En fin, lo mejor será olvidarse de un tema que da de sí lo justo: en un país serio, tres días iniciando el telediario, todo lo más... Es cierto que aquí rondará algún tiempo más, porque, al fin y al cabo, en España abunda mucho el porterismo y el meterse en la vida privada de los demás, pero no va más allá. Aquí, y en mundo, tenemos problemas muy más serios de los que ocuparnos; tanto nosotros como la desgracia con patas que nos gobierna; y no hablo sólo del Estado, sino de la administración en todos sus niveles: Comunidades Autónomas, Diputaciones y Ayuntamientos. Incluso, ya puestos a exagerar, meten la pata más a menudo de lo normal hasta los clubs de fútbol; y sobre todos, los «grandes». No hay más que ver el papelón que lleva haciendo el Barcelona (a cuenta de los dineros), los últimos años. O la cagada que protagonizó el Real Madrid esta semana a cuento de un berrinche; porque, no lo dudéis, es una pataleta de niño chico que deja al club más «señor» (según ellos mismos dicen), del mundo, a la altura de una rabieta de las que agarra mi nieta cuando no hace lo que la da la real gana. Uno no va a entrar a discutir si Vinicius es mejor que Rodri o peor. Seguramente se merecían el «Balón de Oro» los dos, pero, por desgracia, sólo puede ganar uno. Además, las formas del brasileño, un ‘sobrao’, un prepotente de manual, sin duda, le han quitado algún voto y por eso perdió. De ahí a bajarse del avión la mitad del equipo, para boicotear la entrega de premios en París, va un mundo. ¡Jesús, que tropa! Salud y anarquía.

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