No podemos identificar la belleza con el arte. ‘La Piedad’ de Miguel Ángel es una obra de arte de singular belleza, pero los enanos de Goya no son especialmente agradables de ver, y sin embargo, nadie les negará su condición de obras artísticas.
Hoy día sin embargo, a la vista de lo que se expone en los museos de arte contemporáneo, de la música que se escucha, del cine y la televisión de moda, o de las iglesias que se construyen, cabría preguntarse si algo que no sea extremadamente feo puede ser considerado arte.
La película del momento se titula ‘La Sustancia’, y se encuadra en algo que recibe el nombre de «terror corporal». Consiste, según se ha escrito, en una terapia de choque estética, un canto hipertrofiado a lo desagradable y morboso al servicio de ciertas proclamas feministas. No pienso ir a verla. El momento que vivimos exige una apuesta decidida por la belleza, un movimiento de resistencia al intento de desterrarla del ámbito del arte, del espectáculo y hasta de la ropa que nos ponemos. Y en este combate puede que estemos experimentando algún avance. En la novela negra o policiaca, modernamente tan poblada de relatos malsanos y personajes torturados, se observa un renacimiento del ‘cozy crime’ que rescata el más puro y elegante estilo de Agatha Christie, sirvan como ejemplo la exitosa saga de Agatha Raisin, o las novelas de S.J. Bennett.
En televisión, medio atiborrado de folletines truculentos, una serie completamente diferente viene siendo desde 2020 la más vista del Channel 5 británico, y ocupa los primeros puestos en ‘streaming’. Se trata de ‘Todas las criaturas grandes y pequeñas’, que en España puede verse en la plataforma Filmin. Narra las aventuras de un joven veterinario en la campiña inglesa en los años 30. Tramas amables, narraciones cotidianas, que se resuelven gracias a la bondad y elegancia de los personajes, todo ello ambientado en medio de paisajes preciosos y de entrañables interiores. Incluso los vestuarios y la ambientación transmiten una mezcla perfecta de clase y de paz
‘Todas las criaturas grandes y pequeñas’ es una serie realmente balsámica, ansiolítica, perfecta para reconciliarse con la vida y enterrar de un plumazo tanto espectáculo infestado de feísmo ‘woke’.