La semana pasada presentó Rafael Santandreu en León su último libro – ‘No hagas montaña de granos de arena. Y todo son granos de arena’– de la mano del Teléfono de la Esperanza, al que nos animó hacernos voluntarios a la multitud de personas que abarrotamos el salón de actos del Colegio Maristas San José.
Está muy centrado en la «psicosomática» y dijo que de las operaciones de espalda que se operan, en la mitad se descubre que no había nada. También habló de los dolores de cabeza y de la migraña y puso el ejemplo de Lituania, donde una gran compañía americana de seguros quiso expandirse y descubrieron que los médicos desconocían el «latigazo cervical recurrente». Dio cuatro pistas para detectar un dolor psicosomático: que el médico no vea nada, que el dolor cambie, que sea demasiado grande y que dure demasiado.
La mente produce cosas espectaculares y también bienestar maravilloso. Crea nuestras emociones y percepciones. Si pensamos que cómo reaccionamos no hay salida, lo hacemos «sólido», la mente crea ese hábito y volveremos a reaccionar así. Se trata de cambiar ese hábito. Por eso, hemos de aprender a hablar a nuestra mente y convencerla de lo que queremos y, después, actuar como si el cambio ya se hubiera hecho. Convencernos de que la mayoría de nuestros problemas son un grano de arena, no una montaña. ¿Vale la pena este esfuerzo? Sí. Fuera los hábitos de quejas y de amargura.
Ayuda «necesitar poco». A más necesidad, más debilidad. Necesidades materiales o inmateriales, como «querer tener siempre la razón»: un amigo suyo estaba empeñado en que él hiciera meditación. Le dijo que sí, que empezaría el lunes y cambió de tema: «solo quería tener razón».
Nos animó a educar la mente y a dedicar tiempo a nuestra salud. Y respecto a los «tóxicos», nos dijo que cuanto más convencido estemos de nosotros mismos, de querer estar emocionalmente bien y ser superpositivos, menos nos afecta lo que hagan o digan los demás.