Para Michaux, los tópicos tienen algo de vetustas cortinas, de viejos tranvías del pasado, de errores no del todo apagados, y nos advierte con el dedo índice que no aceptemos estos lugares comunes, no por comunes, sino por ajenos. Los tópicos en la mayoría de los casos no van más allá de una apariencia de inteligencia, de media verdad. «Sólo los borrachos y los niños dicen la verdad». Como si decir verdad fuera consecuencia de una merma en las facultades, ya sea por el alcohol, sea porque no se han desarrollado. Como si el estado natural de una persona en su sano juicio fuera la mentira. Esto concepción de la astucia es lo que oculta el pesado y rancio terciopelo de este tópico que, además, no es cierto.
Los borrachos en su ebriedad se vuelven vehementes, defiende con pasión, exaltan las pasiones –la ira, la nostalgia, el enamoramiento–, y las pasiones son a la verdad lo que los espejos cóncavos a la realidad reflejada en ellos: la deforman hasta convertirla en esperpento.
Por lo que se refiere a los niños, sin ánimo de generalizar –otro enemigo de la verdad–, tengo la sensación de que la verdad les parece aburrida y la mentira les divierte. No por perversos, no, no hay niños perversos, más bien porque no diferencian bien entre una mentira y una broma, porque para ellos es broma decir lo que no es, lo que no ha pasado, lo que no han hecho.
Pero los tópicos, como los relojes parados, también dan la hora correcta al menos una vez. Los tejados amanecieron blancos, no de nieve, por la helada. El cielo de la tarde es inmenso, una de esas tardes deliciosas en las que sol y frío se conjuran para dar orden al mundo. Lástima que sólo pueda disfrutar de ella desde el lado interior de la ventana. Una ingenua dolencia nos retiene en casa. Vemos la tele. Anuncian que por la compra de un envase grande regalan un despertador que ilumina y cambia de color la habitación y las mañanas. León me dice que no es verdad que cambie el color de las mañanas. Me dice que los anuncios también engañan. Me dice que engañan para que se quede sin dinero quien compra las cosas y tenga más dinero al que se las compran. Yo escucho, porque, como ven, a veces, los niños no sólo dicen verdad, también son capaces de hacer un análisis filosófico, económico, sociológico de la realidad con la sencillez de su clarividencia. «Ay de quien haga daño a uno de estos pequeños».
Y la semana que viene, hablaremos de León.
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25/01/2023
Actualizado a
25/01/2023
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