Colapsan las calles, los centros de las ciudades y también carreteras. Nunca antes habíamos visto tanto tractor suelto en la ciudad.
Los altos costes de producción que está soportando el sector primario son inasumibles. Tampoco es de recibo la competencia desleal que sufren con la oferta de terceros países y las nuevas normativas impuestas a raíz del combate llevado a cabo por el cambio climático, sus condiciones laborales se han vuelto insostenibles.
«Sin agricultura y ganadería, la despensa está vacía», rezan sus pancartas, y tienen razón. Muchas veces no valoramos el esfuerzo que supone para agricultores y ganaderos poder traernos a la mesa lechugas, pimientos, cebollas, leche, carne… Trabajan de sol a sol ganando muy poco, pues los intermediarios se llevan casi todo y han tenido que someterse a una normativa muy restrictiva que llena de piedras su camino.
Reclaman un plan de choque que recoja medidas a nivel europeo, por parte del gobierno de España y las CCAA. Y es que no se puede atascar el campo con burocracia. Los políticos tienen que simplificar las cosas. Se supone que su trabajo consiste en lo contrario, en buscar soluciones a los problemas, no en convertirse ellos mismos con sus actos en obstáculos insalvables.
¿Qué sentido tiene prohibirles plantar maíz por razones ecológicas si después necesitamos ese cereal y lo resolvemos importándolo de Marruecos o Asia? ¿Es lógico imponer a nuestros agricultores, pescadores y ganaderos más condiciones y una normativa más exhaustiva en lo referente al campo sanitario, el bienestar animal y los aranceles que las que tienen que superar otros países? Entre asumir los costes de producción y cumplir con la normativa medioambiental no les queda nada.
Hay que cuidar el planeta, lo sabemos, pero no a este precio. No dejando sin trabajo a quienes nos dan de comer, no anteponiendo el bienestar de un perro al de un ser humano. ¿Estamos locos o qué?