La palabra ‘solsticio’ siempre me ha parecido mágica. Igual porque lo es. Proviene del latín ‘sol’ y ‘sistere’ (permanecer quieto). El eje de rotación de la Tierra se inclina aproximadamente 23, 4º con respecto a su órbita y eso hace que durante unos meses nos llegue más luz solar al hemisferio norte. San Juan es la fiesta cristiana que absorbe antiguos rituales paganos en torno al sol como deidad. Ritos relacionados con el amor, la fertilidad, los cultivos, y que en numerosos países y culturas se celebra bailando alrededor del fuego o saltando sobre una hoguera. Todo sea por conseguir la permanencia de la luz en nuestra vida. Todo sea por darle esquinazo a la oscuridad.
No puede ser casualidad que desde rincones y momentos tan diferentes como Chichén Itzá en México o Stonehenge en Inglaterra se hallan construido edificios en torno al solsticio de verano: el día más largo, la noche más corta. A partir de hoy, aunque la plenitud del verano nos espere un año más, el sol irá perdiendo minutos, que es lo mismo que perder vida, mientras el hemisferio sur comienza su tránsito creciente.
En León el solsticio coincide con las tradicionales fiestas de San Juan y San Pedro, esperadas por animosos como agua de mayo e ignoradas por los amantes de la tranquilidad que posiblemente huyan hacia otros lares en son de paz. No es de extrañar que la cuna del frío celebre con intensidad la llegada del fulgor, aunque este tarde o sea leve.
Esperemos que el fuego purificador de la Noche de San Juan nos permita transitar por este solsticio de 2023 con nuevas esperanzas, en un año de comicios, litigios y pactos, en los que la incertidumbre campa a sus anchas por hemiciclos y plenos. Hay demasiadas cosas que resolver, demasiados frentes abiertos por solucionar como para perder tiempo. Ya cansan las tormentas, tantas no son buenas. Resulta agotador tener que buscar constantemente dónde guarecernos.
Transitando por el solsticio
24/06/2023
Actualizado a
24/06/2023
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