Imagen Maximino Cañón (PNG)

Tres Maxis en el Rincón del Valle

14/05/2024
 Actualizado a 14/05/2024
Guardar

Cada vez se valoran más los recuerdos y por ello, cuando te encuentras con amigos a través de los años, lo celebramos como si estuviéramos viviendo aquel tiempo en que nos saludábamos con la expresión: «hola tocayo». Pues por suerte, en el entorno en que vivo somos tres Maximinos, no Máximos, ni Maximilianos, ni Maximianos, sino que dicho nombre proviene del latino Maximinus, como variante de Máximo, «grande» aunque este no sea el caso de los tres porque de grandes, quitando a Maximino Barthe que por su envergadura hace honor al nombre, los otros dos estamos en la media justa de los españoles de nuestra época.

Desde mi punto de vista y debido a la cercanía con los dos , uno como buen galeno y con carácter envidiable, de esos que curan muchas veces algunos males con el simple y cordial trato, siempre dispuesto a atender a quien de él necesite sus servicios.

Y el otro Maximino por vecindad y aventuras políticas de hace muchos años, aunque, cada uno bajo diferente siglas, siempre mantuvimos una excelente amistad. Además me consta que como profesor y director de instituto donde, conjuntamente a otras inquietudes, dejó una impronta muy positiva.

El encuentro improvisado se produjo en el Rincón del Valle, sito frente a la estación de vía estrecha de la avenida Padre Isla, en sus orígenes Bar Lola, lugar con una gran clientela de amigos, en parte heredada de su padre como fundador del establecimiento, donde Manolo del Valle se puede considerar uno más de los habituales donde, el citado bar, mantiene la solera, aunque más adaptaba a los tiempos, pero sin perder el tipismo ni el ambiente acogedor para los que tenemos años, y descendemos también de la hostelería.

Recordamos lo que supuso aquélla estación de Matallana, en cuanto a la clientela que proporcionaba. Pues en esas, al ir de retirada del día, nos encontramos en las cercanías y con el fin de cambiar las impresiones tanto de aquellos tiempos pretéritos, como de los actuales, respaldadas por la coincidencia de nuestros nombres, qué con orgullo llevamos, aunque mucha gente nos llame Máximos, Maximilianos o Maximianos (por este último menos) todo ello mientras el amigo Manolo, dueño del establecimiento, nos servía unas consumiciones para hacer mas llevadera la improvisada coincidencia.

En mi caso se da una circunstancia personal, en relación con el nombre, en que el azar tuvo su presencia. A mi me pusieron el nombre en recuerdo de un abuelo que así se llamaba. La extrañeza me vino cuando muchos amigos me felicitaban el día de mi cumpleaños que es el 8 de junio, cuando lo normal era que lo hicieran el día de mi santo, cuando descubrí que citado día 8 de junio, fecha de mi cumpleaños, coincidía con uno de los componentes del santoral católico aunque a mi, lo de Maximino, venía de mi abuelo paterno que así se llamaba.

De esta manera transcurrió un hermoso rato que, acompañado de unas risas adornando el relato, celebramos con deseo de repetir este encuentro porque la vida es eso, un cúmulo de recuerdos que aunque no hayan sido del todo agradables, al recordarles les quitamos lo malo pasado.

Lo más leído