Tres de vergüenza ajena

22/01/2025
 Actualizado a 22/01/2025
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La semana ha comenzado fuerte en lo que se refiere a vergüenza ajena. Sí, que te has querido tapar la cara con las manos, pero no podías evitar dejar de mirar; que has sentido rechazo ante unas situaciones que están más cerca del patetismo que de la emoción o del orgullo. Y el género masculino ha sido esta vez el protagonista. Varios hombres han sido los personajes principales de momentos de incredulidad que muchos hubieran apostado por no ver en este siglo XXI. 

La risa de Hillary Clinton después de que el flamante cuadragésimo séptimo presidente de los Estados Unidos de América propusiera renombrar el Golfo de México durante su ceremonia de investidura presidencial es un ejemplo del sonrojo que Donald Trump refleja a su alrededor, pero que no sube el color ni un ápice a ese rostro que cubren varias capas de bronceador. Tampoco cuando sonó el ‘YMCA’ y se dedicó a exponer sus ya archiconocidos pasos prohibidos, que desde luego deberían estarlo si los pone en práctica, sable en mano, ante miles de personas y con la sonrisa entre nerviosa y ¿cómplice? de su mujer (a la que no puedo parar de imaginarme incómoda y con el meme de «no para, no para, no para» resonando en su cabeza).

Otro comportamiento que también ha provocado estupor fue el de su ‘compitrueno’ Elon Musk. El bueno de Elon salió a agitar los brazos y celebrar antes de su discurso, aunque el derecho se le debió quedar atascado, probablemente en el siglo pasado. Qué peligro tienen los milmillonarios con tanto poder.

Finalmente, y lejos de lo que ahora podría denominarse como ‘pesadilla americana’, en España asistíamos con incredulidad al lenguaje irrespetuoso, carente de solidaridad y muchísimo menos de empatía de un juez que ha decidió interrogar a una mujer que había denunciado un caso de abuso sexual como si estuviera hablando con sus amigos acodado en la barra tomando un chupito de hierbas. La deshumanización es tal que no sorprenden el miedo y la falta de ganas que sufren muchas mujeres al denunciar ante las autoridades y la valentía de hacerlo a través de otras vías. Parece que cuestionar y valorar el testimonio de una víctima –y no las pruebas– ya no es solo tarea de las tertulias o los grupos de WhatsApp, sino que también la llevan a cabo quienes deberían dictar la justicia que ellas, pero sobre todo ellos, necesitan que se aplique.

La semana sigue y aún hay tiempo para poder asistir a nuevos espectáculos bochornosos. Espero que ya no queden entradas, porque no querría taparme la cara durante todo el estreno.

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