Se están produciendo cambios rápidos a nivel mundial. Parece que volvemos a 1939, cuando un nazi enajenado logró convencer a casi todo un país -y a algún que otro dictador- de que el derecho a la vida solo amparaba a los “altos, rubios y de raza aria”. Parece que volvemos a una peligrosa época que recordamos bien los que superamos la cincuentena. Nos quieren hacer volver a una sociedad donde los derechos humanos quedarían únicamente para hombres blancos, ricos, heterosexuales y católicos. El resto no les parecen dignos de esos derechos; les quieren utilizar como instrumentos a su servicio. Para ello han conseguido que una parte notoria de la población se mueva como un rebaño de ovejas para llevar a todos a dónde terminan estos mansos animalines: al matadero.
Cada mes, cada día que pasa, me detengo y reflexiono, intentando entender qué está pasando en la sociedad. Tengo la impresión de que una parte de la población, minoritaria aún, ha dejado su raciocinio en pausa y da rienda suelta al más profundo instinto animal que pervive en nosotros. Los grupos humanos, que llevan entre otras cosas una maldad intrínseca en su ser, están dejando que emerja, amparados por dirigentes a los que les viene bien. Que estos grupos existan sirve para controlar, mediante el miedo y el terror, a las ovejas. Es posible que hayamos querido ser tan comprensivos con los lobos, que ahora se estén revolviendo contra el rebaño.
El ser humano es diverso en lo físico y en lo circunstancial: blancos, negros, altos, bajos, rubios, morenos, hombres, mujeres, cristianos, agnósticos, homosexuales, heterosexuales, fuertes, débiles, jóvenes, mayores… son parte de la amplia gama de personas que componemos este grupo animal. Somos diferentes por definición. También somos animales por definición. A la vista de lo que está sucediendo, cada vez nos manifestamos más como animales no humanos.
Como profana en temas psicológicos, desconocía que un estudio realizado en Australia por el psicólogo forense Nathan Brookes, muestra que el 21% de los 261 líderes analizados mostraban rasgos psicopáticos. No es de extrañar. Un psicópata carece de empatía, miente sin remordimientos, se cree un ser superior, es superficial, no tiene moral ni honestidad, es narcisista y no le importa pisar a otro para llegar dónde él quiere. Son herramientas para alcanzar y mantener el poder.
El presidente de los EEUU mintió y sigue mintiendo continuamente a sabiendas. Se engrandece a sí mismo con imágenes donde aparece coronado, como si del rey del mundo se tratara. No siente empatía ante un genocidio público y, en coherencia, su moral es bastante laxa. Está condenado por 34 delitos. Nada más tomar posesión de su cargo, amnistió a cientos de delincuentes con antecedentes penales, aquellos que asaltaron la Asamblea Nacional, la institución más representativa de su propio país. El “nuevo orden mundial”, término tan de moda actualmente, se está retorciendo de forma tan vertiginosa que produce náuseas, como si de una montaña rusa se tratara.
La reciente elección del presidente americano no es más que el culmen de movimientos mundiales contrarios a los derechos de las mujeres, entre otras “virtudes”, que llevan tiempo medrando y que desean regresar a la opresión patriarcal de forma generalizada. Cuando un hombre de estas características llega al poder y comienza a eliminar los derechos de los colectivos desfavorecidos, los derechos de las mujeres comienzan a tambalearse, puesto que las mujeres también estamos dentro de esos “colectivos desfavorecidos”: personas LGTBIQ+, emigrantes, discapacitados, mujeres, negros… todos volvemos a estar en peligro. Como decimos las mujeres cuando nos manifestamos “si tocan a una, nos tocan a todas”. Debemos aplicar esta máxima a todo: “si tocan a un colectivo desfavorecido, tocan a todos”. Vemos constantemente cómo se producen esos ataques a los “diferentes”. Hace pocos días la empresa Iberdrola ha eliminado de su página web una referencia a la celebración del Día Internacional del Orgullo LGTBIQ+ 2024. Es posible que las medidas contra la agenda 2030, que casi todos desconocen, pero citan, y lo “woke” que impulsa el magnate devenido en presidente estén detrás de esta decisión, según apuntan algunos medios de comunicación.
Lo “woke”, ese término que no tiene su correspondiente en español, y que es un baúl de sastre donde caben cosas diversas, ha sido interpretado por la RAE como “concienciado”. Los woke son personas concienciadas. Concienciadas contra el racismo, la xenofobia, la desigualdad social, a favor de los derechos humanos, de los derechos de las mujeres, de los colectivos LGTBI, de los emigrantes, de los refugiados, concienciados con el planeta… ¿Realmente ser woke es malo? Mi conciencia me dice que lo dañino para todos es no serlo.
Quizás creímos que habíamos avanzado mucho en derechos y libertades. Quizás muchas mujeres jóvenes pensaron que la vida que llevan actualmente en un país desarrollado, como el nuestro, como toda Europa, como Canadá o EEUU, ha sido siempre así. Ahora toman conciencia del error. La amenaza de volver a ser marionetas de los hombres se cierne sobre nosotras. Tan solo hay un 25,71% de mujeres en el “gabinete” de Trump, algo muy significativo. Las mujeres del mundo desarrollado hemos conseguido unos derechos que, sin igualarse a los de los hombres, nos han permitido avanzar como partícipes activas de esta sociedad. Sin embargo, somos una excepción en el conjunto global de la población. No olvidemos que en Afganistán han prohibido hablar a las mujeres, en Filipinas, Andorra, El Salvador, Vaticano, Honduras, Madagascar, Nicaragua, República Dominicana y la república de Abjasia (Georgia) está prohibido el aborto en todas las circunstancias, en 139 países no hay leyes adecuadas para prohibir el matrimonio forzado, en Nigeria se utiliza la violencia sexual como arma de guerra, más de 12 millones de niñas son casadas al año, y así podíamos seguir desgranando las desigualdades que sufren en el mundo las mujeres.
El ”nuevo orden mundial” que quiere implantar la oleada extremista y cavernaria no augura nada bueno para las mujeres. Es más necesario que nunca salir el 8 de marzo a la calle. Por la mujer, por la igualdad, por los derechos de todas las mujeres.
También de los tuyos.