Las Cantaderas desde Sabero

Por Juan Carlos Álvarez, alcalde de Sabero

03/10/2024
 Actualizado a 03/10/2024
Un instante de la ceremonia de Las Cantaderas. | MAURICIO PEÑA
Un instante de la ceremonia de Las Cantaderas. | MAURICIO PEÑA

El pasado domingo asistí a la ceremonia de las Cantaderas gracias a la generosa invitación del alcalde de León. Podría decirse que el Valle de Sabero estuvo así pues representado de manera oficial, pero prefiero pensar que estuvo ‘reconocido’, porque creo que Las Cantaderas son ante todo un precioso acto de reconocimiento.

Digo esto porque encontrándome en el claustro de nuestra Catedral, escuchando con interés el recuerdo a esa leyenda que habla de cómo 100 doncellas leonesas eran entregadas cada año como tributo, mi cabeza no pudo evitar el recuerdo de otra cifra, esta muy real, que es la de los 199 hombres que entregaron la vida en el Valle de Sabero a lo largo de nuestra historia minera, y eso me llevó por extensión a reparar en la realidad incontestable de que nuestra tierra (no me refiero a Sabero o a la Montaña, sino a la provincia entera) no ha hecho sino rendir tributo mediante la entrega permanente de lo mejor que tenemos: nuestro capital humano.

Esas 100 mujeres que León entregaba en la leyenda medieval representan todo un símbolo de lo que nuestra tierra ha sido a lo largo de la historia, y quizás especialmente en los últimos 150 años. Porque si hace 1.000 años León ya fue génesis de España y de la cultura democrática occidental, desde el siglo XIX con la llegada de la minería nos convertimos en un motor fundamental para el avance propio pero también del país, contribuyendo decisivamente al desarrollo industrial y económico de otras comunidades.

Más allá de la minería, en la que el tributo humano es dolorosamente evidente y no hace falta siquiera explicar, toda nuestra región se ha forjado en la mejora social a través del esfuerzo, y es así como León ha sido una gran exportadora de capital humano, hasta el punto de que en prácticamente cualquier rincón de España, especialmente en la administración pero también en el mundo de la empresa, nos encontramos con decenas de miles de leoneses y leonesas que se formaron en nuestras escuelas, colegios y demás centros educativos, aunque sobre todo en el seno de unas familias que siempre se han caracterizado por un afán de mejora a través del trabajo y la cultura.

Así que estaba yo en el claustro de la Catedral escuchando y observando la ceremonia de las Cantaderas cuando mi mente se fue a las generaciones que entregaron su salud y su vida por un futuro mejor, y acto seguido a esas decenas de miles de familias que durante décadas han visto cómo una parte esencial de nuestra sociedad se ve en la necesidad de abandonar León para ganarse la vida en otros lugares.

En tiempos de Abderramán II eran las doncellas de las que habla la leyenda, en el siglo XX los mineros que se inmolaron para dar a sus descendientes este futuro mejor del que hoy disfrutamos, y en nuestro tiempo es buena parte de nuestra juventud la que se ve obligada a dejar León debido a la implacable caída de nuestros indicadores sociales y económicos: parece que nuestra tierra no deja de rendir tributo con lo mejor de sí misma.

No sé si quien escribió “Sin León no hubiera España” pensaba en esta cruda constante de nuestra historia, pero esta pequeña reflexión solo puede terminar de una manera: necesitamos retener a nuestros jóvenes, sobre todo en el ámbito rural.

Desde la generosidad que León ha demostrado siempre respecto a la nación, pasando por la lenta agonía de las últimas décadas, llegamos al momento actual en que resulta más que legítimo reclamar el derecho a nuestro futuro, y los poderes públicos ni siquiera deben plantearse si esa reclamación es “foro u oferta” como se hace en las Cantaderas. Porque sin entrar en victimismos o agravios comparativos, solo con que se nos permita competir en condiciones de igualdad, solo con dejar de estar obligados a la ofrenda de nuestros jóvenes, volveremos a ser alma y motor de nuestro país.

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