Se acercan fechas muy importantes en la vida de los padres. La escolarización de sus hijos. El vértigo de pensar que la elección del centro educativo puede condicionar la vida de la familia los próximos 15 o 18 años, hace que papás y mamás se recorran todos los colegios de la ciudad revisando instalaciones, horarios, menús, extraescolares…
En realidad, más allá de la comodidad de que el centro te quede más o menos cerca de casa o del trabajo y de algunos matices curriculares, la capacidad de elección de los padres queda muy limitada y es el Estado, con los vicios de cada gobierno de turno, el que elige en gran medida la educación que van a tener nuestros hijos con cada malograda Ley de educación.
Desde el punto de vista liberal, deberían ser los padres los que tuviesen el poder de elegir la educación y las capacidades que desarrollarán en el futuro sus hijos, así como su formación moral.
Una posible herramienta podría ser el cheque escolar.
Para los que desconozcan el término y para aquellos que conociéndolo lo critican por principios, les diré que no es un ataque a la educación pública, se trata de que la parte del presupuesto nacional dedicada a la educación para pagar profesores, instalaciones, aportación a la educación concertada… en lugar de que sea mangoneada por políticos, recaiga en forma de cheque de manera proporcional en cada alumno para que sean los padres los que, con ese cheque, deducción fiscal o como se materializase, eligiesen el centro educativo independientemente de que fuese público, privado o concertado.
Son muchas las ventajas que tendría, como la competencia en excelencia de cada colegio, la reducción del poder de políticos, sindicatos y empresas en materia educativa, la posibilidad del acceso a centros a priori más ‘elitistas’ de las familias más humildes, la desaparición del adoctrinamiento en las aulas o como dicen ahora los progres, el ‘empoderamiento’ de las familias...
Aunque no sea el tema de este artículo, este mecanismo podría emplearse para las enseñanzas superiores y la implantación de un sistema universitario más competitivo.
El cheque escolar no es un tema sencillo y sin duda también presentaría problemas que habría que prever como la politización del importe del propio cheque, los procesos de selección en colegios con exceso de demanda, la necesidad fundamental de que los centros tuviesen más autonomía curricular… Sin embargo, en los tiempos actuales de avance imparable de la tecnología, la globalización, las nuevas competencias… no podemos quedarnos anclados en el pasado, debemos tomar medidas audaces, otorgar a cada familia la libertad de elegir y a los centros educativos la obligación de competir.
Juan Pablo G. Valadés es miembro del Club de los Viernes
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