Y dice el señor D. Guzmán con voz al aire y sin micrófono: Harto estoy de ser ‘El Bueno’; de pasar por un héroe histórico; de dejar caer mi puñal como un rito, que bien pudo servir cuanto de valor ejemplar tiene a las generaciones pasadas y presentes, cuando ese puñal en el aire es símbolo verídico de sacrificios y renuncia; de obligaciones y deberes, en tanto que el honor queda a salvo mientras el corazón se abrasa en el ardor del cariño al hijo inmolado por la barbarie. Pero todo se va quedando en un mérito trasnochado anclado en un pedestal.
Por todo ello, es llegado el momento de seguir en la Historia, con imagen renovada, cosa que hoy tanto se estima, pero conservando la fuerza de la responsabilidad y el sacrificio en beneficio de la Patria, que es el todo en la milicia a que se obliga el mandatario, por razón del cargo o de afinidad con la empresa que ha de reportar beneficio para todos.
Así mi puñal esgrimiré contra todo mal al acecho o en pública ostentación, para escarmiento de villanos, malandrines, chorizos, y gentes de mal vivir o faltos de su buen gobierno donde el mandar prevalece, fuera de toda Democracia, esta Democracia de la que tanto tengo aprendido de unos y otros desde la altura de privilegio en que me colocaron mis leoneses.
Y así iré limpiando esta sociedad vuestra y mía, de impurezas de causas y, costumbres: blasfemos, embusteros, agitadores, y violentos trituradores del bello lenguaje cervantino, y contra todo aquello que atente a la convivencia y a los principios inherentes a una sociedad próspera y con aires europeos de renovación y amplitud de miras.
Si tal que habla hiciera el bueno de Guzmán, los leoneses se verían en cierto modo respaldados y amparados por la acción de una Justicia no desdeñable: y en los poderes sin sentencias equívocas, un puñal, por seguridad en las sentencias, y en los poderes públicos, lejos de partidismos y devaneos retorcidos, donde la balanza de la Justicia se incline siempre por la verdad.