La restauración de Casa Botines: Un ejercicio de responsabilidad

Carlos Varela Fernández
02/06/2024
 Actualizado a 02/06/2024
Casa Botines sin andamios.
Casa Botines sin andamios.

En los últimos días se ha descubierto la fachada principal de la Casa Botines, tras siete meses andamiada. Este hito es la conclusión de la primera fase del proyecto de restauración que, impulsado y financiado por FUNDOS, bajo la dirección de la arquitecta Virginia González Rebollo, con la ejecución de TRYCSA y la supervisión de los conservadores del Museo, está devolviendo a las fachadas todo su esplendor. El proyecto contempla la actuación en la totalidad del exterior del inmueble.

Poco antes de que dieran comienzo las labores de restauración, y cuando el asunto ya era vox populi en la ciudad, llegó hasta mí el pesar y la sorpresa de muchos leoneses que no comprendían la necesidad de la intervención. Pues bien, creo que es necesario explicar in extenso la problemática que acumulaba el edificio y que llevó a FUNDOS, su propietaria, a impulsar su restauración. Las cuatro fachadas de la casa que un día fue de los Botines habían perdido, por la acción del viento, las tormentas, las calimas, la contaminación y los musgos y líquenes, su color original, generando una costra de suciedad entre marrón y negra que estaba falseando su verdadero color y, lo que es peor, erosionando la piedra. Conviene recordar que no hace tanto que el tráfico rodado era habitual en todo el perímetro del edificio y las calefacciones eran de carbón. La fachada principal, además, había sido objeto de una limpieza química en 1990 que, con el paso del tiempo, terminó resultando corrosiva. No es objetivo de este artículo juzgar lo hecho hace treinta años, pues bien estuvo teniendo en cuenta los medios que había. Pero en 2024 la situación es muy distinta. Se hacía necesario, por tanto, actuar de inmediato para frenar la corrosión que, a largo plazo, hubiera generado mayores problemas.

Las ventanas, por su parte, realizadas en pino de Valsaín, habían quedado destrozadas por el efecto del sol y de las lluvias; y los geniales efectos diseñados por Gaudí para facilitar la ventilación, como los sistemas de apertura y cierre, las guillotinas, las contraventanas y los respiraderos, se habían estropeado tras décadas sin mantenimiento. Muchas no cerraban o se abrían solas; urgía, por tanto, repararlas para asegurar el aislamiento del edificio y las condiciones de estanqueidad que un museo necesita -pues no olvidemos que, además de Gaudí, el museo expone obras de Goya, Sorolla, Saura o Dalí.

La intervención, organizada por fases, ha consistido, por tanto, en el tratamiento biocida de la piedra y su posterior limpieza mediante microproyección selectiva de silicato de aluminio, técnica escogida tras la realización de innumerables estudios previos, pruebas y análisis químicos realizados por uno de los laboratorios de petrología más importantes de España. En una segunda fase, se ha acometido la restauración -que no sustitución- interior y exterior de las carpinterías (mediante el lijado y barnizado de la madera, la reparación de los mecanismos de apertura y cierre y la limpieza de los pomos y tiradores), y la sustitución de los cristales por unos nuevos (de doble capa y filtro UVA para mejor aislamiento del edificio). Queda pendiente la restauración de la forja, asunto delicado que requiere de ensayos y de muchos estudios previos, pero que se acometerá en los próximos meses. Un equipo multidisciplinar, formado por arquitectos, aparejadores, conservadores-restauradores, historiadores del arte, carpinteros, pintores y personal técnico cualificado ha trabajado conjuntamente, durante más de siete meses, en la restauración integral de la fachada principal del edificio. Un proceso que ha servido, además, para avanzar en su mejor conocimiento y en la investigación de las técnicas constructivas de Gaudí, y que ha motivado varias investigaciones en curso que, en los próximos años, arrojarán interesantes novedades. En este proceso ha sido fundamental el asesoramiento de especialistas de primer nivel como Carlos Sanz, restaurador especializado en piedra y artífice de la restauración del acueducto de Segovia, entre otros monumentos; o Luis Gueilburt, uno de los máximos especialistas en la obra de Gaudí, y restaurador de varias de sus obras, como la verja de la finca Güell. Por no hablar de que la arquitecta directora de la restauración, Virginia González, acarrea una amplia experiencia en la restauración de otra obra de Gaudí, el Palacio Episcopal de Astorga, cuyos más que satisfactorios resultados están a la vista de todos. 

La intervención, autorizada por la Comisión de Patrimonio de la Junta de Castilla y León y revisada periódicamente por sus técnicos, ha supuesto, a la vez, un ejercicio muy intenso de coordinación por parte de todos los equipos del Museo. Un reto mayúsculo el de restaurar un edificio histórico sin cerrar nunca más del 2% del espacio visitable del Museo, y sin generar molestias a los visitantes o peligros para las colecciones expuestas. 

Por último, la restauración, que ahora continúa por las fachadas norte, este y oeste, está siendo sufragada por la entidad propietaria del edificio, la Fundación Obra Social de Castilla y León, que ha puesto ya sobre la mesa algo más de 700.000 euros. Ante la indiferencia del titular de Cultura de la Junta, Gonzalo Santonja, que se niega a colaborar en la restauración de un Bien de Interés Cultural que opta a ser Patrimonio de la Humanidad y que nunca antes le había pedido nada, la restauración ha sido costeada en su totalidad con fondos propios, lo que la convierte en el mayor caso de inversión privada en restauración del patrimonio de Castilla y León. La restauración interior de 1994 –valedora del Premio Europa Nostra– supuso una inversión de más de un millón y medio de euros por parte de la extinta Caja España. Hoy, la historia se repite y es FUNDOS quien asume el millón de euros que cuesta la restauración exterior, para disfrute de todos. Estamos seguros que el pueblo leonés –e internacional, pues es este un proyecto de vocación universal– sabrá apreciar el trabajo y el esfuerzo invertidos en este patrimonio que es de todos.

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