Vivir en mi pueblo

Alfonso Fernández Pacios
04/09/2024
 Actualizado a 04/09/2024

Lo que no parece de recibo es, quejarse de discriminación financiera con respecto a otras autonomías, basándose en supuestos, hoy por hoy aun no tangibles, y no ver lo que está ocurriendo en la nuestra: hay regiones, municipios o entidades locales menores, en esta entidad autonómica, incluso dentro de un espacio territorial concreto, en que las diferencias administrativas y de inversiones son desproporcionadas. Hay municipios, a los que les dan todo lo que quieren, y a otros cercanos no se les aporta ni las necesidades básicas, generando claramente así, ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. ¿Cómo puede entonces nuestro representante autonómico quejarse de discriminación territorial, cuando en esta comunidad se está ejerciendo esa exclusión ‘de facto’ sobre sus ciudadanos? ¿Es aquello tan español de ver la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio?

Defienden el «mundo rural»… pero todo queda en propaganda. Cada día es más difícil vivir en los pueblos. Nuestros municipios son deficitarios en infraestructuras y servicios. Todos los votantes se concentran en las grandes ciudades, dejando los pueblos y el medio rural como fuente de materias primas y energía para el favor del medio urbano. Las limitaciones tanto en infraestructuras, servicios y asuntos sociales son tan acusadas que hacen imposible el desarrollo cultural, económico y social de nuestros pueblos. Sobrevivimos a base de penurias y limitaciones, por nuestro arraigo al terruño y por nuestra capacidad de sacrificio, pero cada vez es más difícil, sobre todo porque la población envejecida, que lo ha «aguantado todo» en esta vida, se nos está marchando, y no hay repuesto…

Los pequeños municipios se van quedado sin médico, farmacia, banco, hosteleros, bares, peluquerías, y todo tipo de negocios. Para tener que comprar cualquier producto o arreglar cualquier objeto, desde un zapato a una lámpara, tenemos que irnos a la gran ciudad, pero no tenemos medio de transporte, con lo cual, la gente mayor precisa de un taxi o de un vecino que le preste su tiempo, encareciendo así cualquier actividad. En tanto, en las grandes ciudades fomentan los «viajes gratis» del servicio público, subvencionan actividades sociales, incentivan los negocios tradicionales, e incluso impulsan las viviendas sociales. En algunos municipios, siempre los mismos, construyen estas viviendas, pero en el resto, a dejarse morir. Cada vez más ruinas…

Nos llenan los campos de ‘aparatos generadores de energía’, inundan nuestros valles de pantanos, nuestros campos fértiles de polígonos industriales,… pero todo repercute en las grandes ciudades, tratando de alimentar las nuevas tecnologías allí concentradas, consumidoras de toda la energía. En nuestros pueblos seguimos con problemas de vida y comunicación, tanto física como tecnológica ¿Cómo se puede sobrevivir?

A nivel municipal, sin apenas presupuestos y personal, no podemos competir por las subvenciones que se ofrecen a bombo y platillo, puesto que un mismo trabajador tiene que hacer de alguacil y de administrativo, y el funcionario no puede con todo. ¿Quién puede acceder a todo tipo de subvenciones? Los de siempre, que disponen de personal ex profeso para ello desde luego. Lo más ‘ético’ seria que se repartiese el presupuesto entre todos los municipios, de modo que cada uno supiese a qué atenerse y como disponerlo en función de sus prioridades. Aparte de ello, si hay alguna necesidad de carácter mayor, como puede ser en esos pueblos que se ven totalmente sobrepasados por los visitantes, y que además la responsabilidad de su gestión compete a la Junta, como indica en el estatuto respecto al Patrimonio Mundial, pues que dispongan de material, presupuesto y todo lo necesario para atender a ese territorio, del que tanto se presume y que tan abandonado está. 

Cuando visitas otras comunidades, y puedes comprobar lo que ellos tienen en su medio rural, la eficiencia de los servicios que prestan a sus ciudadanos, y que ven sus necesidades casi en todos los ámbitos cubiertas, sientes cierta envidia, y los deseos de pertenecer a esa comunidad. Te das cuenta de que «las cosas pueden funcionar». Aquí, quejándose de que «si van a dar más dinero para otras comunidades», de la discriminación negativa de nuestros ciudadanos,.. Y mientras, no invirtiendo los presupuestos estatales que les conceden, caso de la sanidad, donde es la comunidad que menor salario aporta a los profesionales, y así se van. O concentrando las inversiones estructurales en algunas zonas y a otras la nada, como ocurre y se ve a diario en nuestra tierra. Luego se llenan la boca de palabras como solidaridad, cohesión social, financiación equitativa… ¡Que hipocresía!

Alfonso Fernández Pacios es alcalde de Carucedo

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