Desde que en España el PSOE solo aspira a salvar los muebles cada vez que se convocan elecciones los socialistas de Castilla y León han recuperado aquella vieja costumbre de perder estrepitosamente. El PSOE de aquí sale tocado de las europeas y el liderazgo de Luis Tudanca y Ana Sánchez, expertos en derrotas incluso aquella vez que ganaron pero no gobernaron, se agrieta quien sabe si de forma definitiva. El PP ha aventajado al PSOE en catorce puntos consiguiendo el mayor dato porcentual de todo el país cuando hace cinco años la victoria fue socialista.
Estos resultados deben preocupar mucho al PSOE nacional que, aunque no se hunde, pierde apoyos propios e imprescindibles a su izquierda. Pero más aún en Castilla y León donde regresa la resignación de castillo conservador inexpugnable más cerca de resucitar mayorías absolutas populares que de aquel vuelco histórico que no permitió el extinto Ciudadanos. Este fracaso del PSOE autonómico ocurre sin rentabilizar el peso en el Consejo de Ministros y en el debate público de los tres ministros castellanos y leoneses, incluido el deslenguado Óscar Puente convertido en el escudero irreverente y maleducado del sanchismo. Tampoco hay desgaste tras media legislatura del primer gobierno de coalición PP y Vox que vendieron como el fin de los tiempos. El PP crece y Vox se consolida. No hay castigo a Mañueco. El panorama es desolador. Tudanca lleva meses como líder agrietado. Mantiene una guerra abierta con el PSOE de León, fue señalado por Puente y se atrevió incluso a cuestionar la opinión única de Ferraz. Todo con una militancia desmoralizada en la que aumentan los que cuestionan un sanchismo que destruye, por mantenerse en el poder, las bases del partido. Parece difícil que les ilusione que Tudanca intente por cuarta vez presidir la Junta cuando se convoquen elecciones. La alternativa moderada podría ser la vuelta a la política autonómica de Ana Redondo que conoce lo que es predicar en este desierto.