Me gustó asistir al nacimiento de las revistas de ‘tuning’. Aquellos recuerdos de una España que ya no existe, cuando una generación de chavales enriquecidos seguramente por el ‘boom’ de la construcción pudieron dedicarse a tirar paladas de dinero en vehículos de gama media-baja.
Me pregunto dónde habrán quedado aquellos coches que antes se veían con más frecuencia y que hoy apenas se atisban (o escuchan, porque ésa es otra: los motores trucadísimos y atronadores) por las calles de cualquier geografía. Pero antes sí. Estaban los Opel Kadett verde fosforito con unos bajos que arañaban el asfalto y unas ruedas fuera de la legalidad. O BMW viejísimos con alerones de flipar. Asistimos incluso al florecimiento de decoraciones de fantasía, con luces LED y subwoofers que inutilizaban los maleteros.
Como había mercado, se multiplicaron las publicaciones que enseñaban cómo y dónde hacerlo. ‘Maxi tuning’, ‘Tuning car’, ‘VW performance’. Modelos imposibles aderezados con reportajes de ‘Fast & Furious’, que fue el reflejo cinematográfico global (en videojuegos sería el ‘Need for speed’) por ese culto al automóvil que despreciaba el ahorro y la inversión hipotecaria. “Me da igual dónde caerme muerto si tengo mi ‘buga’ tuneado”, proclamaban todos al unísono.
Pero la burbuja se pinchó y empezó el deshinchado. Primero llegó el ‘tuning’ digital. Los chavales, debido a ser aún menores de edad o a cuestiones económicas, ya no se podían permitir comprar coches, así que lo hicieron viritualmente. El Photoshop se convirtió entonces en aliado de los soñadores de las cuatro ruedas. La modificación de los vehículos a través del retoque de imágenes fue el canto de cisne de aquella tendencia.
Fundido a negro. 2025. El ‘tuning’ es una excrecencia de un pasado que nos recuerda las miserias de hoy. Ahora los chavales, que son los únicos con energía para llevar a cabo semejantes barroquismos, ni por asomo pueden soñar con un coche. Menos aún con invertir el triple de su precio de mercado en aditamentos. Llama la atención también que se haya volatilizado el tuneo virtual, seguramente a causa del aire general de los tiempos que se respira. Tras las sucesivas crisis desde 2008, la sensación de ahogo es cada vez más intensa. La mentalidad un tanto suicida de quemar plata en fardar con tu ‘tanque’ apenas tiene lugar cuando las expectativas no alcanzan la vuelta de la esquina. Aquel despreciar la posibilidad de tener una casa más digna en favor de darte una vuelta en tu Scirocco recién llegado del Infierno.