web-luis-gray.jpg

El turismo no es un gran invento 9. Hoy: Fiestas populares

25/08/2024
 Actualizado a 25/08/2024
Guardar

Las fiestas son la sal del verano. Qué digo. Son su aceite y su vinagre, engrasan manchando y aliñan agriando. Muchos y distintos son los tipos de festejos que adornan nuestras calles, plazas y descampados en tardes, crepúsculos y noches cerradas; clasifiquemos algunos con ínfulas linneanas.

Por un lado los de vetusta tradición e inveterada ancestralidad: romerías, procesiones y demás desfiles sin armas de fuego. Las bicicletas son para el verano, los santos igual no tanto. Por otro, los de tradición sin más. Es un país este donde con un par de veces y media que se repita algo ya es tradicional. Lo habitual al caso es arrojar cosas. Antaño incluso animales. Se arrojan líquidos, sólidos y estados intermedios: vino, agua, tomates, piedras, etc. Y se hace ruido, mucho ruido. Petardos, tracas, tambores, pitos y aullidos desesperados y etílicos, amenizan el campo y la ciudad en un desgarrador intento por exorcizar el célebre Angst del romanticismo centroeuropeo versión de andar por hispana calle.

La tendencia más en boga (trending se dice) es disfrazarse. Vestirse de época alguna, antigua, moderna o mediopensionista. Como en casi todo, hay dos opciones: se echa uno por encima cortina, colcha y/o sábana casera que, dependiendo de cómo se distribuya, sirve para Roma, Medievo o Magdaleniense Superior Final o se apunta uno a un grupo de recreación compuesto de princesas, legionarios, teutones o napoleones. Se han documentado enormes pánicos a causa de la mezcla de alcohol propio y regresión histórica ajena.

Y al fin, el epicentro de la algarada y el gozo canicular y veraniego: la verbena de pueblo, epítome y paradoja también de la España ocupada (vacía el resto del año). Permítanme que me quede aquí, en la verbena, pues de ella beben (textualmente) cuantas otras fiestas pretenden más postín o distinción. Atronadoras melodías, bebidas y gente: la fórmula magistral es sencilla. En tanto el fin de fiesta tiene dos principales perspectivas, a saber:

Una: in media res. Hace rato se fueron los últimos vecinos. Cerraron la barra y la disco-móvil. Las calles giran sin moverse. Las farolas no alumbran. Qué hostia. No era tan buena idea subir juntos a la era. Silencio. ¿Qué bicho zumba?
- Se está bien aquí, ¿no? ¿Tomamos otra?
- Estoy helada. Voy a llamar para que me recojan.

Dos: deus ex machina. Con el cazuelo del coche lleno de boquillas del alcoholímetro y el pijama bajo el jersey, esforzada madre o padre de familia acude raudo a las cinco de la mañana a repatriar a sus criaturas. Aparecen súbitos, fantasmas en medio de la nada, y trastabillan con los vasos de plástico y sus propios andares. Suben al coche entre bufidos y juveniles jerigonzas o con afligidos mutis alcohólicos. A mitad de camino, las luces:
- Buenas noches, agente, soy el de antes, ya le dije que iba a recoger a mis hijos, ¿me recuerda?
- Sírvase soplar aquí, caballero.

Lo más leído