Desde hace no demasiado tiempo, lo que se entendía por fiestas navideñas, o Navidad, ha ido cambiado significativamente.
Cuando vine a León la ciudad era próspera y con muchos negocios en auge. Viviendo en el Barrio de El Mercado, me llamó la atención el color de las casas, las calles estrechas y empedradas; el olor que desprendían las chimeneas de esta ciudad de frío punzante; también la nieve y la forma de hablar. Palabras como andancio, causón, mancar, telar, bicha, trastabillar, reburdiar, emburriar, avezar… Y que aquí no había señores, sino paisanos, paisanas y guajes. Por las mañanas pasaba el camión de la basura y la gente salía para volcar calderos que, básicamente contenían la escoria de aquellas cocinas de carbón que reciclaban todo.
Precisamente al lado de casa estaba la carbonería de Torío, que por el verano sacaba astillas y en invierno repartía carbón de Valdesamario por las casas. El carbón que nos dio prosperidad y yéndose, nos dejó como un pueblo pobre, sumiso y acomplejado. Carbón era el regalo que los Reyes Magos de Oriente dejaban a los niños malos. Lo que indica que los juguetes había que merecerlos: el mecano, la pistola de mixtos, las muñecas y cocinillas o el tren…
Una labor minuciosa era montar el Nacimiento, que no faltaba en ningún hogar de bien. Con escoria representábamos las rocas; con serrín los caminos; cristales para los ríos y musgo para la vegetación. Por cierto, el musgo está protegido por los ecologistas de salón, pero basta ojear los tejados de las casas para ver cómo abunda y el daño que hace atorando el curso del agua entre las tejas. Unas figuritas de arcilla un castillo de cartón y los que tu imaginación y recursos te permitía. El paisanín cagando es un catalán. Esto corresponde al pasado.
Hoy el regalo más deseado es el teléfono móvil, que ya ha suplantado a la teta materna, al chupete y al sonajero. La navidad está siendo desacralizada y desprovista de lo que conmemora por la ofuscación de alcaldes, concejales y personajillos del entorno podemos-sumamos o jodemos -que diría Errejón-, so pretexto de no ofender unas costumbres que no respetan las nuestras. Así, en las calles, lucen letreros con cristalitos de nieve, ramas, cometas y mucha geometría… pero ni un pesebre, asno, borreguito, niño Jesús ni Reyes. A lo sumo un paisano con la nariz roja de borracho y ridículamente vestido.
Pero el tiempo pasa y erosiona la memoria, la moral y los principios, que pronto serán suplantados por la I.A. y otras formas de manipulación. Lo que fueron estas fiestas, se limitarán a un mercadillo, una feria consumista de compras, rebajas, endeudamiento y privaciones. Para entonces, sólo existirá la vorágine Black Friday. Tan black, tan negro, como el futuro que se aproxima.