Ramón Tamames, viejo militante del Partido Comunista, ha sido el último en lanzarse a la tarea divulgativa de ofrecer al gran público la noticia, aún sin digerir por la sociedad, de que la ciencia ha terminado por probar la existencia de Dios. Lo ha hecho en su libro «Buscando a Dios en el Universo», que no hace mucho presentó en León, y que se une en su propósito al superventas «Dios, la ciencia, las pruebas», de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonaissies.
Ambas publicaciones, accesibles a todo el mundo a pesar de la complejidad de los temas tratados, explican las pruebas definitivas de la teoría del Big Bang, es decir, que el universo tuvo un principio; del Big Chunch, es decir, que tendrá un final; del llamado «ajuste fino del universo», que pone sobre la mesa que éste debe su existencia a constantes infinitesimales imposibles de atribuir al azar; y del principio antrópico, que igualmente prueba que el universo tiene que obedecer a un diseño inteligente para que en él fuera posible la aparición de la vida.
Un médico y cirujano español procedente del más estricto empirismo, el Dr. Manuel Sanz Segarra, también está dando guerra en las redes sociales y en el ámbito editorial asegurando que existen pruebas científicas de la existencia de una supraconciencia que trasciende nuestro cerebro corporal y la propia muerte. O sea, que tenemos alma. Su reciente libro, publicado por Planeta, se titula «La supraconciencia existe. Vida después de la vida».
Todo apunta, por tanto, a que estamos en el albor de una verdadera revolución científica. La razón y la ciencia, imaginadas durante siglos como las herramientas que nos permitirían explicar la existencia del universo sin Dios, terminan conduciéndonos a él. Como ha sucedido con otras a lo largo de la historia, esta revolución tardará años en cuajar, pero ya explica que el porcentaje de científicos que se declaran creyentes esté aumentando progresivamente en las generaciones más jóvenes.
Y sin embargo, aunque esto suceda, el ateísmo, el gnosticismo y el agnosticismo sobrevivirán, incluso contra la razón y la ciencia. ¿Por qué? Lo veremos en este mismo espacio la semana que viene.