Como un gigante de acero avanza el Palacio de Congresos, con paso lento y seguro, como un Titanic errático que nos llevará al abismo y mayor ruina de la ciudad.
Como medida de ahorro nos dicen que van instalar decenas de paneles solares para obtener la energía necesaria cuando, el verdadero ahorro, sería no haberse embarcado o, en todo caso, detener las obras ya mismo.
Sin duda el proyecto se nos ha ido de las manos pues, para poner los paneles, se ha sustituido la cubierta de vidrio del proyecto inicial, que era como un inmenso mar reluciente para una ciudad interior. Así lo diseñó Perrault y así se exhibía la maqueta en el Centro Pompidou de París. ¿Deberíamos alegrarnos?
Ajenos a la realidad económica y social de la ciudad, en vez de derrochar el dinero en este tipo de proyectos –un Araú a lo bestia– más deseable sería otorgarle un uso social, como pagar las vacunas de la hepatitis, poner en marcha la Ciudad del Mayor o la conservación de un patrimonio que se viene abajo.
Pero lo del derroche tiene una larga tradición en la ciudad. En este sentido, me pregunto que necesidad había de cubrir la plaza de toros –privada– con dinero público. O por qué se levantó un campo de fútbol de primera, para un equipo modesto y escasa afluencia que arroja un déficit brutal.
El triunfalismo es mal consejero y los impulsores del Palacio deberían preguntarse a qué se va a dedicar y quiénes van a acudir a León para congresuar.
También habría que preguntarse cómo van a venir. Si en avión, no hay vuelos. Si en tren, no tenemos AVE, ni estación. ¿Acaso por la autovía de Valladolid? Lo dudo porque, llegados a Valladolid los congresistas, se quedarían dicha ciudad. Por su interés, capacidad y tradición cultural.
Es inconcebible que el Ayuntamiento tire el dinero en un proyecto imposible y no aborde lo real, como recuperar los teatros Trianón y Emperador que aún están en pié, y se enrede en una empresa faraónica de nula rentablidad para la ciudad.
Un palacio llamado Titanic
25/02/2015
Actualizado a
13/09/2019
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