Recuerdo el día en que murió Juan XXIII. Era conocido como El Papa Bueno que antes del papado había sido el cardenal Roncalli. En mi pueblo, que tenía siete iglesias, se respiraba un ambiente de tristeza e incertidumbre. Las campanas tañeron su lánguido sonido casi todo el día.
Lo recuerdo porque los responsables éramos los niños. Los únicos capaces de subir por aquellas intrincadas escaleras hasta el campanario. Aquel día tocábamos a muerto; pero según las ocasiones, tocábamos para misa y novena; bodas, bautizos y comuniones. O a rebato, si había un fuego u otra desgracia. Hay que decir que éramos la pera, pues más de una vez nos llevamos los pajarillos o huevos de colores de los nidos que encerraba aquella torre.
Creo recordar que fue este Papa el impulsor del Concilio Vaticano II. Un salto desde el siglo XVII al XX. Muchos fueron los cambios, pero no todos convenientes. El cura se puso de cara a los fieles, se simplificaron los ritos, oraciones y se dejó de tocar la esquila. El púlpito desde donde se emitíanescatológicos sermones por parte de los predicadores itinerantes, pasó a ser un mueble decorativo. Con todo, lo que peor me pareció fue la supresión del latín. En eso, como en tantas cosas, coincido con Brassens que cantaba «sans le latin la messe nous emmerde» (sin latín la misa nos cabrea). Se perdieron la magia y el misterio. Con todo, aún quedan partidarios de la vieja liturgia. El más ferviente, Monseñor Lefebvre, que fue excomulgado por díscolo. Luego vinieron los curas obreros, que buscaban concomitancias entre el cristianismo y el marxismo. ‘Los Curas Comunistas’ de JL Martín Vigil, creador de best-seller hoy olvidados.
Posiblemente el personaje más popular fuera el nicaragüense Ernesto Cardenal: poeta, sandinista y cura; vestido como de la Cuadra Salcedo y una boina aparentemente descuidada, pero no. A mí no me la da porque «de la boina madre me enamoré yo… del que la llevaba, de la boina no… y el que la llevaba era de León» –según la canción–. Supongo que se pasaría bastante tiempo ante el espejo. Cuando el Papa Wojtyla fue a Nicaragua y Ernesto que se tenía por jovial y progre, recibió una severa reprimenda. Luego pudimos ver que el Pontífice tenía razón, en vista del infierno en que los sandinistas han convertido su país.
Pasó el tiempo y con él varios papas, hasta llegar al presente. Precisamente la Iglesia no vive su mejor momento. Por decirlo claro, es fatal. Mientras los fieles son asesinados en masa, en países como Pakistán, Siria, Irán, Angola…Bergoglio habla de concordia, paz y fútbol. Todo vale, parece decir y recibe en audiencia a Yolanda Díaz. Algo inconcebible porque la Díaz, aparte de ignorante, se jacta de comunista y amiga de Chávez, Lula, Maduro, Evo Morales… y lo mejor de cada casa. No acierto de qué pudiera hablar pues tanto ella, como los de podemos mantienen una postura anticlerical. ¿Qué explicación tiene el derribo de símbolos religiosos? O la irreverente Rita Maestre, enseñando las tetas en una capilla.
Otro episodio bochornoso fue dejarse liar por el Évole, «enfant terrible» de la sexta. ¿Cómo puede un Papa rebajarse tanto? Muchos cardenales han agotado su paciencia. Se dice que está rodeado por un círculo mágico de gente sin formación teológica y otros intereses. Así lo declara el cardenal alemán Müller, a lo que añade: las competencias de un Papa no son el cambio climático, ni los migrantes ni el dinero de los ricos…
Hoy más que nunca, lo importante es replantearse el papel de las mujeres en la Iglesia, que deberían acceder al ministerio y funciones sacerdotales, en el mismo rango. No menos importante sería que los clérigos pudieran contraer matrimonio, lo cual no es ninguna novedad. San Pablo, en una de sus cartas establecía los requisitos para llegar a obispo: honrado, sincero… y no tener más de una esposa. En este sentido, un paso hacia atrás sería un gran adelanto para la imbricación de la Iglesia en el tiempo actual y venidero.
Un paso hacia atrás
12/04/2023
Actualizado a
12/04/2023
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