Despidamos el invierno que resistente acaba, mas, aun su insistente presencia, hagámoslo con gratitud. Por suerte, se ha dejado vivir sin excesivos rigores. Demos la bienvenida a la primavera y roguemos a los dioses, mejor y sobremanera, a las humanas voluntades que no la hagan, conviertan en invernal y mortecina cuando no mortífera tal cual parecen anunciar algunos de los hechos ruidosos que acompañan los estertores de aquél. Hablo, obviamente, de nuestro invierno, no de ese otro que, asesino de valores y de vidas, vemos extenderse por doquier. Tal parece que la paz ya no es un valor. Se mercadea con territorios de Ucrania, se reinicia el genocidio en Palestina, de nuevo es masacrada la población civil de la Franja de Gaza. Reciben ventas y crímenes los parabienes del gran mercachifle y tahúr Trump y sus acólitos, Europa tose por ella misma, se siente amenazada, bisbisea afónica por lo más lejano. Tan sólo la ONU parece seguir creyendo en lo mejor del hombre, de la humanidad. Quizá sea el tiempo, si alguna vez ha dejado de serlo, de recitar a nuestros gobiernos de varia competencia el poema ‘Delito de silencio’ de Federico Mayor Zaragoza y más alto que bajo recordarles que «Tenemos que convertirnos / en la voz / de la gente / silenciada. / En la voz / que denuncia, / que proclama / que el hombre / no está en venta, / que no forma parte / del mercado. / En la voz / que llegue fuerte y alto / a todos los rincones / de la tierra. / Que nadie / que sepa hablar / siga callado. / Que todos los que puedan / se unan / a este grito».
Sí, cuando todo es cálculo pragmático conducente al éxito dinerario o a la permanencia en el poder, qué importa cómo, qué de la mano de quién y qué el para qué o para quiénes; cuando ya más usualmente los enemigos han sustituido a los adversarios y el insulto y la mentira al más sencillo de los argumentos, se hace necesario administrar fuerza y razón, ponerlas al servicio del corazón y no engañarnos con hogareños o patrios enfrentamientos y envenenamientos.
Siento por ello preciso recordar al PSOE provincial, que tantos usos y abusos despreciables, tantas veces condenados a otros, se ha reprochado en el proceso de sus primarias la exigente frase de Winston Churchill que enseña que se ha de tener «en la derrota dignidad, en la victoria generosidad». De no seguirla y darse a odiosas pasiones, flaco favor se haría. Sin duda es hora de que eleven la mirada y ‘recuerden’ utopías y no conveniencias. No hagan más invernal la primavera.
¡Salud!, y buena semana hagamos…, y tengamos.