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Una lengua necesitada de atención

30/03/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Se está celebrando estos días, en la ciudad argentina de Córdoba, una nueva edición del Congreso Internacional de la Lengua Española. El nombre del propio lugar que lo alberga, reducido de su primera denominación en 1573, ‘Córdoba de la Nueva Andalucía’, ya ilustra la herencia cultural, patrimonial y lingüística, españolas, de esta parte de América.

El Congreso, desde su primera edición, en 1997 –de carácter trianual, con salvedades–, aparte del lema, que sirve como anunciador de los asuntos objeto de discusión, suscita debates paralelos: sobre la colonización, la reivindicación de las lenguas indígenas, el rigor ortográfico… Los temas de reflexión, durante estos días, por parte de más de 200 escritores, académicos y lingüistas de 32 países, versan sobre ‘América y el futuro del español. Cultura y educación, tecnología y emprendimiento’.

A reserva de las conclusiones finales, el actual Congreso, una vez más, acoge iniciativas populares y sirve como altavoz reivindicativo. En su inmediato entorno se han instalado una serie de carpas, con el ánimo de discutir en ellas aspectos no contemplados en la programación; o bien empeños curiosos, como puede ser, para adentrarnos en los orígenes del castellano, el llevado a cabo por la Fundación de San Millán, de La Rioja, con un taller de caligrafía medieval.

Junto a las ponencias previstas, dos temas han saltado a la palestra: la polémica desatada por el presidente mexicano, Obrador, al enviar al rey Felipe (y al papa Francisco) una carta en la que solicita pida disculpas por lo que considera «agravios» cometidos durante la colonización; y, asimismo, el llamado ‘lenguaje inclusivo’. Vargas Llosa, con la competencia que lo caracteriza, respondió a este mandatario con ‘mordientes’ palabras: «Tendría que habérsela enviado a sí mismo y responder por qué México, que se incorporó al mundo occidental hace 500 años y desde hace 200 disfruta de plena soberanía como país independiente, tiene todavía a tantos millones de indios marginados, pobres, ignorantes y explotados».

En cuanto al ‘lenguaje inclusivo’ ya se han pronunciado los gramáticos más relevantes, las Academias, sobre lo artificioso y negativo de los desdoblamientos, y del uso espurio de la arroba; una buena síntesis está accesible en: ‘http://www.rae.es/consultas/los-ciudadanos-y-las-ciudadanas-los-ninos-y-las-ninas’. Pero con el propósito de tener su momento en el Congreso, para la defensa peculiar del anterior fin, se trasladó a Córdoba la que fuera vicepresidenta, Teresa Fernández de la Vega. El director de la Academia Mexicana, Gonzalo Celorio, le respondió con unas manifestaciones a favor de la visibilidad de la mujer en el lenguaje. Pero con unas observaciones, comprensibles para cualquier lego y lega, como que «no se habla por decreto». Y se socorrió de un ejemplo palmario: «Se puede decir los niños y las niñas, pero ese desdoblamiento a veces resulta terriblemente artificial. Ahora, para ser políticamente correcto, uno tendría que decir el perro y la perra son el mejor amigo y la mejor amiga de la mujer y del hombre, indistinta y no siempre respectivamente».

Les cabe a los españoles el ser el pueblo que, con los avatares propios de su tiempo, llevó a América una lengua, una religión y una civilización entroncada en la cultura occidental. La lengua es la urdimbre que une la expresión y la sensibilidad de los pueblos. Pues bien, en nuestra nación es donde más ‘acometidas’ sufre. En primer lugar, con la omisión de la denominación más aceptable, que es la de español, y no castellano; le conviene la misma por referirse de modo ‘unívoco’ a la lengua de un ingente número de hablantes de varios continentes; asimismo, porque así se menciona internacionalmente (‘spanish’, ‘espagnol’, ‘spagnolo’, etc.). Procede, pues, reservar el término castellano para referirse al dialecto románico nacido en Castilla durante la Edad Media, y en caso de que se aluda a las distintas lenguas reconocidas en el Estado.

Al albur de este Congreso cabe el preguntarse si, para nosotros, el español no es una ponencia diariamente pendiente. El maltrato que sufre por parte de notorios políticos, su desdén para estimarla como el principal bien que compartimos los españoles, deberían merecer la reprobación colectiva. No son ajenos a este desafuero periodistas o tertulianos con gran audiencia. Muchos de ellos se ‘apuntan’ a cualesquier anglicismos, innecesarios; es más, parece que si no los introducen en sus crónicas carecen de ‘pedigrí’. Valga, como ejemplo último, la abusiva incorporación en textos orales y escritos del relativo a trola, mentira, falsedad... Antaño, de 1975 a 1996, con ‘El dardo en la palabra’ Lázaro Carreter, siempre con el oído puesto, iba denunciando el mal uso diario de nuestra lengua. No ha tenido sustituto, y se echa en falta el que la RAE advierta, de continuo, acerca de los errores que se prodigan en los medios.

No llena de orgullo, a nuestros destacados políticos, el Congreso de Córdoba. Tampoco les merece consideración nuestra lengua en la actual cita electoral: una muestra más de cómo obvian lo fundamental y nos obsequian, los contendientes, con fruslerías y mensajes para un imposible Edén.
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