09/12/2024
 Actualizado a 09/12/2024
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Leo un titular. Según un reciente estudio de la Soil Association Exchange: «Las vacas ayudan a capturar más carbono en el suelo y a mejorar la biodiversidad».

Leo otro: «Una vaca expulsa unos 200 gramos de metano al día, y eso equivale a 5 kilogramos en unidades de CO2. Esto supone que, según datos de la FAO, cada año las vacas del planeta liberan a la atmósfera 100 millones de toneladas de metano, que tienen el mismo efecto que 2.500 millones de toneladas de CO2».

Y uno más de LNC: «La mantequera leonesa es una raza autóctona de la provincia de León, de tamaño medio, cuernos en lira baja con pitones negros, abundante papada, dorso ensillado… La verdadera vaca leonesa, por descontado».

¡Qué cosas hay que leer!, que serán verdad, seguro que sí, pero… hablando de la vaca a uno se le encoje el alma, igual que si fuera del gocho, del chancho o del porquiño, pues «son animales de compañía» o lo eran en el pasado, y a los que somos muy de pueblo nos gustan hasta sus andares.

Lo cierto y verdad es que en la India la vaca es sagrada, sí, pero… aquí los carnívoros disfrutamos con ese chuletón a la parrilla, poco hecho, ya que con su ingesta agitamos las papilas gustativas en ribetes de veneración cuasi celestial.

Hay que tener en cuenta que mi Santa Madre, en la Feria del Campo de San Emiliano hace muchísimos años, vendió nuestra querida vaca, «la Parrada», que «era como de la familia», en 5.000 pesetas (30 euros), cuando con eso no pagas hoy una chuleta, máxime si la acompañas de un Prieto Picudo o un Mencía.

De ahí nuestro respeto por la vaca, era casi veneración, pues sí, además de su leche que fue y es la continuidad de la materna. Lo malo de «la Parrada», muy mansa ella, es que cuando la ordeñabas y estabas a punto de terminar daba una patada a la zapica desplazándola algunos metros por el corral y vertiendo el líquido por el santísimo suelo. Salud.

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