«En esta mañana de nochebuena pretendemos hacer varias cosas que creo que no hemos hecho nunca: la primera felicitar las navidades en persona (…), la segunda es hacerle saber a las doscientas familias cuyas navidades se han truncado, que las tenemos presentes (…), la tercera cosa es celebrar a las personas buenas, queremos ensalzar la bondad (…), la cuarta cosa es llamar a la puerta de las nuevas familias que han surgido del barro, vecinos que antes apenas cruzaban una palabra, y que hoy son uña y carne (…). La quinta es estar en varios municipios a la vez, desdoblar al presentador del programa, para que sean varios sin dejar de ser uno mismo (…)”
Creo que en este país nuestro, y a su vez de nadie, hay una tercera España, una que valora por encima de todo a las personas, sus sentimientos, su vida, su pasado y presente, sus pasiones y desventuras, su sufrimiento en épocas de penumbra. Creo, o tal vez quiero creer, que existe una que empatiza y entiende al ajeno, independientemente de lo que por su cabeza ruede.
Carlos Alsina, ese todoterreno periodístico, ese al que veo el mejor en lo suyo, ese innovador patológico, se fue a pasar el día de nochebuena a los municipios afectados por la Dana. Otra vez. Tanto él como su programa, comprometidos a que no caiga en el olvido, ni las historias, ni las víctimas. «Donde hay que estar», decían. Insuflando ánimo, escuchando y poniendo el micrófono. Como para no emocionarse. No me cansaré nunca de alabarlo, por su olfato periodístico, sí, por el radiofónico, también, pero sobre todo por su capacidad de abrazar en las ondas, de entender y dar a entender, de criticar y atender, de deberse únicamente a las personas, sin tratarlas como imbéciles.
Horas mañaneras, ficciones radiofónicas, especiales, monólogos, el diario de la pandemia, el asesinato de Kennedy, la Dana… Alguien del que poder fiarse, alguien que ensalza el espíritu de la radio. Y creo que es aquí donde se puede encontrar algo de esa tercera España, una que no le debe nada a nadie y no se casa con nadie, una que quiero creer como mayoritaria, aunque tal vez crea mal.