Se deja notar en mucha gente un cierto pesimismo ante el año que empieza. «El mundo se va a la mierda», me decía el otro día un amigo: las guerras de Ucrania y Gaza, el cambio climático y, como su presunta derivada, la Dana de Valencia. «No hemos aprendido nada de la pandemia», concluyó, para mi sorpresa.
¿Acaso le pasa algo al mundo que no haya venido pasando desde que Noe atracó en la cima del Ararat? Europa ha estado en guerra permanentemente desde que existen sus naciones. Francia, Inglaterra, Alemania (o Prusia) y Rusia no han hecho más que atizarse siglo tras siglo, al menos ahora la cosa no va directamente con nosotros.
Árabes e israelís, que ya fueron comparados con Tom y Jerry por Mafalda hace muchas décadas, nunca han abandonado su rosario de atentados e invasiones desde que son vecinos en Palestina. Y el clima del planeta cambia permanentemente desde que los valles leoneses eran el fondo del mar, salvo quizá en un aspecto: las sempiternas inundaciones en Valencia se repiten, con mayor o menor intensidad, todos los años. De la pandemia, por lo demás, hemos aprendido lo mejor que se puede aprender de cualquier peste: a prevenirla y a curar a los que ahora se contagian del dichoso Covid.
No sabemos lo que nos depara 2025, pero a veces los noticiarios nos hacen perder la perspectiva y adoptar una mirada un tanto apocalíptica. Tampoco es nuevo eso de pensar que las enfermedades, las catástrofes naturales y las guerras que siempre estarán presentes mientras no cambie la naturaleza humana, son la antesala del fin del mundo. Vean si no cómo narraba el obispo Idacio la situación de León en el siglo V: «Los bárbaros y la peste se extienden por Hispania; el recaudador y el soldado saquean las ciudades; el hambre llega a ser tan espantosa que los hombres llegan al canibalismo. Las bestias devoran los cadáveres de los muertos por la espada, la peste y el hambre amenazan con terminar con todo el género humano. Y así, extendidas por todo el orbe las cuatro plagas, la guerra, el hambre, la peste y las bestias, se cumplen los anuncios que hizo el Señor por medio de los Profetas».
Ahora que sabemos que ni en tan dramáticas circunstancias llegó el fin del mundo, miremos con optimismo a 2025. Nunca llovió que no escampó.