jose-luis-gavilanes-web.jpg

Las veleidades del señor Aznar

14/04/2024
 Actualizado a 14/04/2024
Guardar

Desde la reinstauración de la democracia en España, don José María Aznar López fue investido cuarto presidente del Gobierno entre 1996 y 2004, todo un personaje que sobrevivió a un atentado de ETA en 1995 y alcanzada ya cierta celebridad como presidente del PP tras pronunciar aquella frase: «Váyase señor González».

En mi modesta opinión –y lo digo, sabe Dios, sin ningún ánimo de ofender, pues me merece todos los respetos–, el autodefinido como «heredero de la tradición liberal española», don José María Aznar asombra, no por mezclar churras con merinas, sino por actuar como una cabra tramontana yendo suelta por donde le da la gana. Pero, eso sí, siempre enriscada por la derecha. En determinados momentos la «derechita cobarde», otros la «derechona mandona». 

Escribo lo que escribo, porque don José María Aznar, además de decir públicamente que Israel debe terminar su operación en Gaza, ha afirmado hace unos días que reconocer el Estado Palestino es un absurdo, puesto que todo lo que no existe no resiste otra explicación y sólo beneficia a Irán. Lo chocante es que tan tajante afirmación dicha por persona que, aunque de escasa estatura física –como quien suscribe–, siempre le acompaña un rictus altanero de expresión –y que, por cierto–, esa su opinión choca no solo con el programa de su propio partido sino que contradice lo que él mismo, siendo presidente del Gobierno, dijo hace 21 años, reconociendo entonces un Estado al lado de Israel. En un día de ese año 2003, don José María Aznar aseguraba que «el pueblo palestino tenía derecho a ver su territorio libre y ver cumplidas sus aspiraciones». ¿En qué quedamos, señor Aznar, en la burra o en los cuarenta reales? Este giro copernicano podemos remontarlo al verso «mudam os tempos e mudam as vontades», muy gustoso de los políticos del momento, que escribió hace siglos en portugués Luis de Camões. Quien tenga al respecto alguna duda, a Pedro Sánchez acuda.

Echando la vista atrás, recuerdo aquella cumbre de las Azores en que se reunieron George W. Bush, Tony Blair y don José María Aznar, actuando como anfitrión el portugués Durão Barroso, y que el británico reconocería más tarde como un grave error. Reunión que acordó dar un ultimatum a Irak y terminar invadiéndolo el 23 de marzo de 2003 por considerar que Saddam Hussein, el entonces gerifalte de Irak, disponía de «armas de destrucción masiva» (que luego resultaría mejor decir «armas de imperfección+iva»). Siendo ese el principal argumento que se esgrimió para la declaración de guerra, pero que, realmente, no era otro que defender los grandes intereses petrolíferos de la zona, aunque ello significase una grave amenaza para la paz mundial. Ni tampoco contase con el apoyo de las Naciones Unidas o inútilmente resolutivas. Decisión también rechazada ampliamente por la opinión pública española en un 91 %. El zambullido del Gobierno de Aznar en ese conflicto bélico contra Irak supuso la muerte de once militares españoles, un periodista de El Mundo y un cámara de Telecinco. Ocasionando también la caída del PP de la poltrona gubernativa tras el terrible atentado del 11-M en la estación de Atocha, castigo yihadista a España por su participación militar en la guerra de Irak. Sin embargo, don José María Aznar llamó entonces a los principales periódicos nacionales para transmitirles su absoluto convencimiento de que ETA era la autora de la matanza (aunque Otegui lo desmintiera categóricamente) y, por ende, que nada tenía que ver con el apoyo a los EE UU en sus intereses de intervención en Irak y Afganistán.

Lo más leído