11/01/2025
 Actualizado a 11/01/2025
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Cada vez que cambiamos el calendario, es casi una actitud instintiva apostar por la esperanza, como si mudar de cifra abriese de par en par las ventanas para dejar entrar aire fresco, ilusiones renovadas. Los buenos deseos ponen el contador a cero y pensamos en cómo mejorar nuestras vidas, nuestro país, nuestro mundo.

Mientras escribo esta columna desconozco qué pasará el día diez de enero y los siguientes. Escribo expectante, como muchas personas, con el corazón en vilo y el alma mirando a Venezuela. Ojalá los ciudadanos de Caracas puedan, como decía Bolívar, echar el miedo a la espalda y salvar a su patria, pero es complicado derrocar a un tirano. Complicado y peligroso, pues se corre el riesgo de que el animal vencido y acorralado se vuelva sanguinario y quiera «morir matando». El mundo no quiere sangre. El mundo solo quiere paz y justicia.

Maduro tiene pánico, sino no se explican sus últimas acciones terribles, las torturas a tantos presos políticos, el secuestro del yerno de González Urrutia, el cerco a la mamá de María Corina Machado. 

Qué frustrante debió ser para estos dos libertadores ganar legítimamente las elecciones de julio y tener que salir de su país condenados al exilio, pero de nuevo tenemos a Bolívar: «El arte de vencer se aprende en las derrotas. Para el logro del triunfo siempre ha sido indispensable pasar por la senda de los sacrificios».

No sabemos cómo volverán los vencedores, ni quiénes los acompañarán, pero sabemos que no estarán solos. Todo el mundo tiene su esperanza puesta en ellos, en su valor, en su coraje. «La libertad del nuevo mundo es la esperanza del universo».

No caben dictaduras de ninguna clase en el siglo XXI, hay que deponerlas con unidad y firmeza e impedir que jamás vuelvan a resurgir monstruos como Chávez o Maduro, por eso debemos recelar de quienes no los condenan sin ambigüedades. 

Estaremos pendientes, a vuestro lado. Gloria al bravo pueblo. Venezuela será libre.

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