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Venganzas parlamentarias

05/09/2024
 Actualizado a 05/09/2024
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Hubo un tiempo, cuentan los viejos, en que la política era un reducto de sabios y experimentados gestores comprometidos con el progreso del país. Después ocurrió aquello de que los políticos deberían parecerse más a España y, como suele sucedernos, pusimos el espejo a altura de los pies. Primero vino la anécdota del fin de las corbatas en el Congreso de los Diputados, de las rastas y las camisetas reivindicativas en el escaño. Nos vendieron aquello como la conquista última de la gente del pueblo alcanzando el poder pero era el inicio de una etapa de degradación política reflejo de la España más vulgar, pasional y de reyerta que contaban las canciones de Mecano. 

Uno va aprendiendo que los modales, por antiguos que parezcan, no son más que una extraordinaria barrera evolutiva para protegernos de la irracionalidad de los sentimientos. Ponen distancia y tiempo a los arrebatos. Perdidas las formas en la política no ha tardado en instalarse el caos desordenado de los fervores. La última evidencia es el inicio del curso con los partidos sumidos en la venganza como estrategia política. Lo hemos visto en el Congreso desde que Sánchez expulsó a Podemos del Gobierno y sus diputados le devuelven el navajazo en forma de derrota en las votaciones. También en Castilla y León donde Mañueco colecciona ex encolerizados dedicados en exclusiva a su venganza personal. En ello lleva ebrio de rencor más de dos años el solitario Igea y el mismo camino de irresponsabilidad resentida parece querer seguir Vox lo que queda de legislatura. Amenazan al PP con no apoyar los próximos presupuestos. Veremos si cumplen. Más ira le puede provocar a Vox votar junto a PSOE y Podemos que controlarse las ganas de boicotear a sus antiguos socios. Pero la política ahora va de eso, de fuerza y pulsiones como las calles oscuras de los barrios peligrosos. El interés general quedó olvidado con las corbatas, la cortesía y el respeto aquel día en que se perdieron los modales. 

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