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Veranos de juventud y fantasía

07/05/2024
 Actualizado a 07/05/2024
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Con el tiempo la memoria, aunque con menos reminiscencia, siempre juega un papel importante en cualquier contexto, o encuentro, entre la gente de tu edad a la hora de recordar situaciones vividas. Hay algo que no tiene discusión como es lo qué, a toro pasado, no hay forma de distinguir lo verdadero de lo falso, sobre aquello que te están contando. En las tertulias entre los chicos (mayoritariamente), sobre todo en verano y en las noches, se juntaban con el fin de relatar las conquistas que cada uno había tenido, o se había imaginado. A la vuelta del verano eran cuando los cambios de pareceres tenían mayor protagonismo. La realidad era que, como cualquier concurso de relatos, estos se habían producido en lugares distintos a los habituales, haciendo más difícil su verificación. Pues yo conocí a una chica durante el veraneo en un lugar de la costa con la que ahora me escribo casi a diario, y quien sabe si a lo mejor llegamos a ser algo más que simples amigos, decía uno de los compañeros. Por supuesto que la chica que cada uno había conocido era, con mucho, la más agraciada y la que mejor estaba. Según la conversación iba alcanzando temperatura, lo mismo ocurría con el resultado de las mencionadas conquistas.

La ventaja que tiene lo indemostrable, es que, a toro pasado, como no se puede probar lo que no han visto los demás, tienes que conformarte con creer lo que el protagonista de la historia detallaba en su narración, contada en ese momento con el máximo detalle de su ocurrencia, con el fin de intentar quedar por encima de los demás en la narración. A mi lo que más me llamó atención fue el relato del conquistador de turno al referirse a una noche de verano en la que, después de asistir a un baile en una pista de verano, cuando se sacaba a bailar a las chicas sentadas, en este caso, alrededor de una mesa con las correspondientes consumiciones, y después de dilucidar quien era el galán que se arriesgaba sacar a bailar a una de las que allí se encontraban, asumiendo el riesgo de que si la elegida no bailaba, el resto ni te molestaras por aquel principio imperante que se expresaba en la siguiente frase : «yo no soy plato de segunda mesa», Enrique se decidió con valentía viril a dar el comprometido paso con la seguridad de ella aceptaría pues , según comentaba, no sabia lo era eso de sacar a la siguiente , debido a la aceptación que tenia entre el sexo femenino, a él nunca le había pasado , a lo que ella acepto. Lo que en principio era un simple baile, o pieza, como se denominaba entonces a la petición, se convirtió en un largo flirteo que duró hasta altas horas. Aquello fue un flechazo que, como decía al principio, permaneció en el tiempo a pesar de la distancia que les separaba.

Al acompañar a la chica hasta su casa fueron desgranando experiencias que cada uno había tenido con el sexo contrario, así como en la situación en que en la actualidad se encontraban en cuestión de amores cuando el chico, inflado como un pavo, le dijo: «el buey suelto bien se lame» a lo que ella, sin pensarlo dos veces, le contestó con la siguiente sentencia: «sí, pero en lo referente al amor, mejor se lame uno otro». Enrique, haciendo ostentación del dominio que creía tener sobre las mujeres, dijo que él no quería tener ninguna relación estable porque, como manifestaba públicamente: «no es porque lo diga yo, pero gusto horrores». Todos a fumar y a mirar para otro lado.

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