Esta frase estará ligada para siempre a la valentía y dignidad de una mujer que decidió que la vergüenza seguía injustamente demasiadas veces en el bando de las víctimas. No podemos ni imaginar la dureza de tomar una decisión así y nos corresponde solamente darle las gracias por haber sido capaz de dar un paso de gigante a favor de la dignidad de las mujeres que denuncian.
Durante el juicio histórico que se desarrolla en Francia, Giséle Pelicot ha tenido que escuchar los habituales y vergonzosos cuestionamientos al que son sometidas las víctimas de violencia machista en una sociedad que, aunque ha avanzado, aún le queda mucho camino que recorrer y sigue siendo necesario más nunca velar para no desandar lo recorrido.
Estos días también se ha estrenado en el Festival de Cine de San Sebastián la película ‘Soy Nevenka’ de Icíar Bollaín, una historia cercana para las leonesas. Hace 20 años que otra mujer, Nevenka Fernández, denunció al ex alcalde de Ponferrada y condenado por acoso sexual Ismael Álvarez. Consiguió la condena de su acosador pero la sociedad de entonces revictimizó a Nevenka y la sometió a un segundo calvario de condena social. Una sociedad que no ha cambiado tanto si tenemos en cuenta la negativa del Ayuntamiento de Ponferrada al rodaje de la película en el Consistorio y en Castillo de Los Templarios o recordamos el ataque con ácido al monumento que le dedicó el anterior equipo de gobierno de Ponferrada.
Sin embargo, sí es cierto que de manera inevitable para los cobardes, acosadores, encubridores y permitidores, la emocionada ovación que recibió Nevenka en la prémiere de la película que cuenta su historia nos reconcilia con una mayoría que piensa que la vergüenza ha cambiado de bando y probablemente la difusión de la película constituirá un testimonio vivo e imperecedero de la crueldad y la injusticia a la que se vio sometida Nevenka.
Y puestos a aprender no estaría de más que León y el Bierzo, escenarios aquel entonces y noticia hoy con la negativa de su Ayuntamiento, reflexione sobre si pertenecemos o no a la sociedad que avanza, progresa, aprende de sus errores y conoce su historia para no repetirla, como decía aquel.
Cuando hablo de León, hablo de sus buenas gentes que las hay, demasiado fatigosas y amansadas en ocasiones, víctimas también de la despoblación, el envejecimiento y la falta de oportunidades. La sangría poblacional de León, que perderá 17.876 habitantes en 15 años según las proyecciones del INE, como toda hemorragia incontenida afecta al todo y se manifiesta en múltiples déficits, la ausencia de relevo generacional nos priva de la juventud que se caracteriza por una mentalidad abierta y receptiva al cambio, consciente de los problemas globales y dispuesta a tomar medidas para hacer del mundo un lugar mejor.
Además en León, unido al problema de los que se van, se une el de los que se quedan y no se les echa ni con agua caliente, algo constatable mediante las fotos que colorean la prensa a diario, las mismas caras en demasiadas ocasiones a través de los años, fotos cada vez más masculinizadas incluso, prueba fehaciente de que no vamos por buen camino.
El relato de Nevenka en muchos de sus detalles me recuerda situaciones similares, normalizadas y demasiado habituales en ambientes políticos, laborales y profesionales, en las que las mujeres hemos aprendido a vivir, sobre todo en ciudades pequeñas, no por ello es menos injusto, menos indecente y menos inhumano. Más antes, aún ahora. No te calles. Que la vergüenza cambie de bando.