El próximo miércoles 18 de diciembre, a las ocho de la tarde, tendrá lugar en la Basílica de San Isidoro la Misa de Santa María, siguiendo el Rito Hispano-Mozárabe. Se celebra de esta forma la maternidad divina de María, ocho días antes de Navidad.
En contra de lo que a veces se piensa, el Rito Hispano-Mozárabe no es el de la misa latina tradicional anterior al Concilio Vaticano II, sino el que se utilizaba en nuestras tierras entre los siglos V y VII, es decir, en la España visigoda, antes de la invasión árabe. En aquella época, la precaria situación de la Iglesia y la dificultad de las comunicaciones hacía que no hubiese una sola forma de celebrar la misa emanada desde Roma, sino que cada Iglesia local iba conformando sus propios ritos, como la liturgia de Cartago o el rito céltico en Irlanda. Casi nada se conserva de aquellas liturgias, pero el viejo Rito Hispano ha sobrevivido hasta nuestros días con todo su esplendor, gracias especialmente a la labor de san Isidoro.
San Isidoro y su hermano san Leandro, obispos ambos en tiempos del Reino Visigodo, se cuentan entre los autores de esta antigua liturgia, pero san Isidoro la consignó en su obra ‘De Ecclesiasticis Officiis’, considerado el primer manual de liturgia de la historia, y posteriormente en las actas del IV Concilio de Toledo, que él mismo presidió en su madurez.
El Rito Hispano-Mozárabe fue desapareciendo a medida que se impuso el rito romano, que penetró en nuestras tierras sobre todo a través del Camino de Santiago. Finalmente fue abolido por el papa Gregorio VII en el año 1080, pero se mantuvo en algunos lugares de fuerte arraigo, donde sobrevive aún en nuestros días. Ya en 1570 se impondría universalmente el llamado rito latino tradicional o rito tridentino, llamado así por proceder el Concilio de Trento, y tras el Concilio Vaticano II se aprobó el Misal Romano de 1970, que regula la misa tal como la celebramos hoy.
Hemos de agradecer que el Cabildo Isidoriano lleve a cabo esta tarea de conservación histórica y de piedad a partes iguales, y que nos ofrezca la posibilidad de viajar en el tiempo participando en la Eucaristía tal como el mismo san Isidoro la celebraba ya en tiempos del rey Recaredo.