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Un viaje de invierno

10/01/2024
 Actualizado a 10/01/2024
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Una de las tardes de las pasadas jornadas navideñas, realizábamos un pequeño viaje de invierno. Cómo no recordar el ciclo de ‘lieder’ que Franz Schubert titulara con tan hermoso sintagma y que, después, ha tenido tanta fortuna en títulos literarios, como, por ejemplo el de Juan Benet, novelista tan ligado a León, sobre todo en su obra ‘Volverás a Región’, configuración arquetípica del espacio leonés, cuando él fuera del embalse del Porma.


Sí, decíamos, nos fuimos hasta Sahagún y, de allí, remontando el cauce del Cea, ascendíamos hasta Almanza y otros pueblos limítrofes. Una tarde de invierno. Todo el paisaje se hallaba cubierto por la niebla y las poblaciones por las que transcurríamos se encontraban en un recogimiento que parecían deshabitadas.


Tres de las poblaciones de nuestro viaje –Sahagún, Cea y Almanza– contaron con significativas juderías, muy bien estudiadas, hasta donde lo permite la documentación, por Justiniano Rodríguez, autor de un libro modélico sobre las juderías de la provincia de León.


Pero, en Sahagún, cuyas hermosas torres mudéjares de San Lorenzo y San Tirso, sobresalían sobre los tejados de la población, nos salían al paso del recuerdo aquellas documentadas líneas de Ramón Menéndez Pidal, en 'Poesía juglaresca y juglares' (1924), en las que nos indica que en Sahagún, a principios del siglo XII, existía una escuela de juglares de gran importancia; lo que no es de extrañar en una población de tanta importancia en el camino jacobeo francés.


Lo mismo que existía una importantísima abadía benedictina, heredera de la abadía francesa de Cluny. De tal monasterio, solo queda un arco monumental que constituye una de las entradas de la villa. Como tampoco queda del antiguo monasterio dominico de Santa María de Trianos, entre las localidades de Villapeceñil y Villamol, casi nada más que el nombre.


Pero ¿dónde han ido a parar las juderías, la escuela de juglares y los monasterios indicados? Solo el recuerdo, que, con el paso del tiempo, se desmigaja, convirtiéndose en polvo de olvido, es lo que de todo ello nos queda.


De ahí que, en la pasada tarde de jornada navideña, a medida que realizábamos nuestro viaje de invierno, no hacíamos más que entonar ese ‘ubi sunt?’ relacionado con todo lo que se pierde.


Como otro ‘ubi sunt?’ entonábamos por la antigua preceptoría o cátedra de latinidad de Valdavida, también en nuestro itinerario, de la que apenas queda el edificio, dentro del conjunto urbano de la localidad.


Al pasar por Villaverde de Arcayos, contemplábamos, encaramado sobre su pequeña loma, el santuario mariano de Nuestra Señora de Yecla, que aún mantiene vivas algunas manifestaciones de religiosidad popular.


Y, aunque no los vemos físicamente, nos imaginamos a esos pastores, con indumentarias desusadas y arcaicas (así los hemos fotografiado), con los que hemos hablado; como, por ejemplo, Gerardo, de la localidad de Arcayos, al que siempre veíamos en la romería de San Froilán de La Mata de Monteagudo.


Un viaje de invierno. Un viaje entre la niebla, con el sol a trechos, marcado por la melancolía y por las pérdidas. Pero marcado asimismo por una conseguida cultura, ubicada en nuestro territorio, que se ha ido, ay, desvaneciendo.

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