Dice nuestra nonagenaria leonesa, Teresa Alvarez García. de Villaquilambre, que «la mayor riqueza del mundo es la alegría» y tiene razón. Por eso este cronista, osco y cazurro como corresponde a su especie y su rango, les desea a ustedes, lectores, alegría para el año 2025 que comenzamos. Y que no se enreden en poner en el móvil a Rosalía y Victoria Beckam y demás jarca... que para eso ya tenemos a Serrat y a los cantautores leoneses...
Aunque, la verdad, nosotros, los del alto Esla, sobre todo los de la época del tránsito entre las décadas de los cuarenta y los cincuenta del pasado siglo, éramos más de desearnos el arrepentimiento y el cambio: ¡Año nuevo, vida nueva! Lo que elevaba nuestra cazurrería leonesa al máximo («Desideratum» decían en los seminarios). Aunque solo ahora, después de tanto tiempo, a uno se le alcanza la comprensión de algunos hechos ocurridos en su infancia.
Por ejemplo en la noche vieja, cuando Esteban Piñón llegaba de Cistierna con su bicicleta, y, apeándose delante de la casa del cronista, frente al primitivo cuartel de la guardia civil y la casona natal del Padre Isla, ebrio y tembloroso, gritaba: «Año nuevo, vida nueva. A enmendarse, cabrones». Hasta que se caía, dormido, en medio de la calle y su madre lo veía desde la ventana y salia a recogerle, primero a él y luego a la bicicleta, sin que nadie la ayudara pues todos nos hacíamos los dormidos.
Parece lógico pensar que, en aquellos tiempos, y en tamañas circunstancias, por muy borracho que viniera Esteban Piñón, y muy cansado de su jornada en el lavadero de carbón de Vegamediana, no pudiera contener su lengua; pero de ahí a que osara desafiar a la autoridad de esa manera, había un largo trecho. Analizándolo ahora, y tratándose de un cuarentón soltero y entero, es muy probable que el cabo Gabino les ordenara a sus guardias que permanecieran quietos que bastante poco era ese cabreo para alguien que había pasado ocho horas de un día festivo con la cara embadurnada para no quemarse, fabricando aquellos huevos negros de carbón con los que se alimentaban las cocinas bilbainas y las calefacciones de las ciudades de entonces.
Lo de «cabrones» tan solo se entiende ahora, cuando los tiempos os dejan comprender que no solo las dictaduras se componen de malos políticos, malísimos de la muerte, sino también entre el pueblo llano pueden sentirse a disgusto alguien tan maltratado por el destino como lo era Esteban Piñón en aquel entonces.
Por eso, en su memoria, este vecino de Esteban, les dice: Año nuevo,vida nueva. A enmendarse, cabrones.