Entre el siglo I y el II de nuestra era el polígrafo griego Plutarco redactó ‘Vidas paralelas’, obra que ponía en relación biografías de parejas de personajes históricos insistiendo en sus rasgos de carácter, de manera que estos explicasen su forma de comportarse ante las encrucijadas históricas. Una especie de psicología del poder donde la interpretación de un gesto, una frase o una anécdota habían de hablar mejor que los grandes acontecimientos y decisiones. Siguen triunfando esos paralelismos y la construcción de perfiles y teoría de los caracteres apasiona a niños y grandes.
Un ejemplo. El perfil es conocido: un tipo grosero, machista, homófobo, racista, populista y cavernícola, que ofende a la mínima no midiendo jamás ni palabras ni actos, que considera el bien público una propiedad privada por la mera condición de haber sido elegido en las urnas; sus extravagancias llenan los informativos y su verborrea se convierte en algo cada día más inquietante. Condenado por los tribunales e implicado en distintos delitos, presentó un programa de televisión, político por decir algo y constructor fraudulento por decir poco… Seguro que sospechan a quién me estoy refiriendo.
A Jesús Gil. Quizás lo recuerden algunos o quizás sea de esos recuerdos que uno prefiere sepultar, pero Gil y Gil protagonizó una época de la política y el fútbol español (cuando ambos tendían a confundirse menos discretamente) digna de ser revisitada para vergüenza propia. Mayorías absolutas en la alcaldía de Marbella, caballo al que se consulta las decisiones, piscinas con modelos en bañador para las entrevistas, agresiones verbales y físicas en directo y una marrullería de serie servían a intereses inmobiliarios y promocionales, al dinero más crudo, criminal y sin complejos. Quiso convertir Marbella en un enorme resort de lujo solo para blancos ricos ¿les suena la idea? Ahora la pretenden aplicar a gran escala: cuarenta kilómetros de primera línea de playa en el Mediterráneo oriental (aparte dos millones de realojados, poca cosa). Ese perfil casposo y sabido parece, sin embargo, el retrato robot de los nuevos tiempos. Gil reeditado veinte años después a escala planetaria, con discípulos aventajados al otro lado del océano, en Estados Unidos, en Argentina…
Hay una teoría, del gusto de aquel escritor griego, según la cual los tipos humanos son limitados y se suceden en distintos lugares y épocas. A veces, alguno de ellos alcanza un puesto de importancia que no se ajusta a sus capacidades y moralidad provocando lo que un escritor más reciente podría denominar «perturbaciones en la fuerza». Y, en excepcionales ocasiones, ese puesto adquiere tal relevancia e incongruencia con sus caracteres que el estropicio deviene enorme. Muchos se han preguntado qué hubiera pasado si el artista mediocre y frustrado que fue Hitler hubiera continuado pintando.