12/11/2023
 Actualizado a 12/11/2023
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Más de una vez he hablado de ‘La vieja el monte’, que así es como debe ser llamado el personaje con más autoridad que conocimos los niños de la Montaña Leonesa. O mejor dicho, que no conocimos, porque nadie consiguió verla. A pesar de eso, nuestra fe en ella fue ciega y la rebeldía se nos curaba en el acto cuando un adulto empezaba diciendo «Dice la Vieja el Monte…» y seguía con una retahíla de órdenes, deseos o consejos y los posibles castigos en caso de desobediencia, sin provocar rencor alguno en nosotros porque también tenía costumbre de enviarnos nueces, avellanas o fresas, de forma inesperada, junto al currusco de pan que ella misma amasaba en su cueva. El hecho de ser invisible nunca puso en cuestión su existencia y menos aun cuando la madurez te alcanza, la literatura te lleva a otros territorios y conoces otras fantasías tan reales como ella. 

Esta semana hubo dos noticias casi simultáneas hablando de premios y llevando a León en volandas por el aire. Noticias que caldean y hacen sentir orgullo de tierra. Los dos protagonistas llevan toda la semana apareciendo en los medios, cada uno en su mundo, en los polos opuestos de cualquier escala posible, pero unidos por la misma tierra y el mismo motivo: el reconocimiento a su buen trabajo. Muchas columnas ha llenado el hombre con la vida muy vivida y con todos los éxitos y triunfos posibles, ya conquistados. Un terrateniente literario capaz de fabricar su propio territorio imaginario, cosiendo letras y ensartando palabras que le han hecho propietario de páramos, riberas y montañas, de ‘ciudades de sombra’ y caminos transitados por personajes estrafalarios. El dueño de Celama, de un sillón en la Real Academia y ahora, con el Premio Cervantes ya cosido a su historia y a la nuestra. 

Y con Luis Mateo Díez llevando a León al nirvana de las letras, asomó otra noticia que además de orgullo, provoca ternura porque la Vieja del Monte anda en medio, pasando del Celama imaginario a territorio real de bosques, lobos, osos y zarzas. Allí existe un joven que tras la jornada laboral y una buena kilometrada, sube y baja montes, sea invierno o verano para cuidar un colmenar, atender a sus abejas y ponernos la miel en los labios. Hablamos de Javier Miguel y de años de ilusiones, aprendizaje, errores y aciertos, mientras su padre le enseñaba los secretos de la apicultura y él convertía la afición paterna en una pasión a la que le gustaría dedicarse profesionalmente. Tras ocho años de trabajo Javi y sus cien colmenas casi rozan el cielo, literalmente porque están a mil trescientos metros de altura entre robles y brezos del alto Cea. Decimos a mil trescientos metros porque Toño, el padre y maestro del joven apicultor, con los ojos apuntando al campanario, tantea el aire y con una ojeada deduce que si el pico de la iglesia está a mil doscientos metros y el colmenar está unos cien más arriba... cálculos que nadie pondrá en duda, hechos por un hombre de campo.

Esta semana en la que todos hemos mencionado Celama y algunos aseguran conocerlo, Javi ha puesto el nombre de su pueblo en el mapa, Caminayo: un paraíso tan real como inclinado que dificulta el paseo de su abuela María. Un lugar acotado por picos que compiten en belleza y altura entre ellos, auténticos balcones que dan al mundo. En ese lugar donde el silencio se hace de silencios porque no hay gente para romperlos y los caminos son tan escarpados que hasta a los días les cuesta avanzar hacia alguna parte. Allí es donde nace la miel de Javi, la mejor de España. Esa ha sido la decisión del Jurado de los Premios Mieladictos 2023. Miel de bosque con brezo, de alta montaña, de color oscuro y sabor fuerte. Muy buena. Así reza la ficha del Certamen, cualidades que podrían describir a la gente de la montaña leonesa, añadiendo la mano y calma de Javi que la han convertido en néctar de dioses. 

Me ha gustado ver a Javi compartir prensa con el maestro Luis Mateo, recibiendo un premio tan inmenso para él como el Cervantes para el dueño de Celama. Qué diferencia de noticias y qué sentimientos tan iguales. Un hombre en la cima de la vida con todo ya conseguido y un joven de treinta años recorriendo los caminos de su territorio no imaginario, con el futuro a la intemperie y los depredadores acechando, subiendo y bajando caminos para atender su colmenar entre esos robles y brezos de los que nace la mejor miel del país. Está claro que Javier Miguel sabe tras de lo que anda y ahora, uno duda si la vieja el monte, que nunca supo estarse quieta, no tendrá algo que ver en esto y no habrá cambiado de oficio y se habrá puesto a trabajar de abeja reina, o simplemente ha prestado su imagen, cansada ya de amasar y cocer pan, que ya no tendrá los huesos para acarrear leña y encender hornos. De momento, tenemos un dato y un secreto: en los montes de Caminayo, casi rozando el cielo, hay un colmenar en el que a veces suena una música lejana. Allí es donde nace la mejor miel de España, llamada La Vieja del Monte. Enhorabuena Luis Mateo. Enhorabuena Javi. 
 

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