Hay vinos que cogen vuelo en cuanto entran en la botella. Están destinados a besar las nubes, porque son hijos de un aplauso a la voluntad de ser, de querer y de aportar.
Teresa, Baldomero, Miguel Ángel y Guillermo le han puesto alas, pluma a pluma, a esa pócima mágica que lleva dentro el embrujo de la solidaridad y quien la prueba se queda enamorado de ella hasta la eternidad. Es su Aspronautas, que los convierte en pasajeros de un espacio terrenal por conquistar. Tan cercano que no lo hemos visto. El de unirse para compartir lo que todos podemos hacer. Ellos fueron los que cogieron los cestos sin pensarlo cuando se erigieron en pioneros capitanes de un proyecto que huele a cariño y sabe a integración. Una idea que implicada a los bodegueros, a Asprona y a una industria que paraba los relojes para embarcarse en ella. Iban a hacer vino por primera vez, mirándose a las manos limpias y sin pararse un segundo en valorar como hándicap la discapacidad que les une. Su energía les deja lejos de cualquier estigma, centrados en hacer para crecer y en seguir creciendo, para hacer más. Bodegas 13 Viñas ofreció el terreno de vides al cuarteto de currantes que pasaron de la vendimia casera a efectuar la trazabilidad del vino de principio a fin.
Han sido los protagonistas de un vino con tintes de madera robusta, de postulados asentados, con sabor afrutado, parido de las tierras de Cubillos, integrado en una comarca que pone marca a más que a sus productos, también a una intención de solidaridad, al lado del tren que recupera vía en sentido turístico y de un pantano que quiere dejarse pasar por una futura pasarela. Todo el escenario de la viña escoge futuro, y los cuatro viticultores se suben a ese vagón. El de hacer un vino con una lágrima marcada en copa, que emociona sin querer al ver a los ejecutores orgullosos de haber sacado callo en sus dedos para parir un proyecto de ellos, con ellos, para ellos. Tiene poso el vino de los Aspronautas. Pero suave y sereno.
Es el testimonio de una voluntad clara de compartir y de poder. Algo que llega para quedarse porque abre las puertas y los brazos a algo grande, saber que todos podemos. Solo necesitamos remangarnos. Y querer. Y no desistir. Una pelea común que ha conseguido recuperar tierras, abrazar intenciones y sobre todo, saber que un brindis común nos puede hacer volar.